Colaboradores tóxicos: por qué convivir no tiene que ser un caos

Especialistas recomiendan volcar la energía de los trabajadores a tareas productivas. Es rol del jefe indicar a los empleados cómo repercute su conducta en el resto del equipo.

Por: Shirley Garay

¿Quién no se ha topado con algún trabajador difícil de tratar? Puede que su conducta no sea adrede; sin embargo, cuando expone de manera consciente actitudes que afectan al equipo, se está hablando de colaboradores “tóxicos”.

Dos aspectos críticos se ven afectados por este tipo de empleados: el progreso y logro de los objetivos y la atmósfera de trabajo, refiere Sato Tamashiro, gerente general de SOOM Personas & Organizaciones.

Perfiles
Entre los personajes más fáciles de reconocer se encuentra el quejoso, aquel que critica cualquier iniciativa o política interna y se enfoca en los aspectos negativos de la compañía. Sus actitudes pueden rozarse con las del opositor y las del trabajador que vive victimizándose.

También están los trabajadores que constantemente ponen excusas de por medio para evitar algunas tareas. “A mí no me pagan por eso”. “No puedo, estoy muy ocupado”. “Lo haré otro día”. Esas son algunas frases que Trabajando.com identificó en estos empleados.

Si estas personas canalizaran su energía en ofrecer propuestas a las problemáticas sería más beneficioso para la organización, señala Silvana Cárdenas, country manager de Right Management.

Por otro lado, el conformista o acomodado es aquel que cumple su trabajo, pero no tiene iniciativa por generar mayor valor agregado o ser más productivo.

Si bien no perjudica directamente a los demás, resulta contraproducente para la superación colectiva, explica Rosa Fuchs, docente de la Universidad del Pacífico.

El mártir, aquel que se sobrecarga de funciones porque no sabe o no puede delegar, es otro perfil. Resulta tóxico cuando este comportamiento esconde el anhelo de acaparar todos los logros, mermando objetivos grupales.

Conversaciones “de pasillo”
Muchas veces, la comunicación informal puede revelar casi tanto o más que la formal dentro de la organización. Sin embargo, existen personas delatoras o chismosas especialistas en hacer comentarios “de pasillo” sobre temas poco relevantes, relegando los concernientes al trabajo a un segundo plano.

Existen otros perfiles menos sencillos de identificar como tóxicos.
Es el caso del ‘socialité’, caracterizado por ser una persona carismática y que impulsa la convivencia armoniosa dentro del equipo.

El aspecto negativo radica en que puede promover descansos excesivos y distraer a los demás, subraya Manuel Cubas, presidente de Career Partners Perú.

Reorientación
Los líderes del equipo suelen reconocer con claridad las fortalezas y las oportunidades de mejora de cada colaborador, por lo que representarían la figura idónea para reorientar las conductas disfuncionales.

Cárdenas recomienda al líder proceder metódicamente.

Primero, se debe identificar si el comportamiento que perjudica es temporal o permanente. Luego, hay que tratar de disminuir el nivel de toxicidad del trabajador. Lo ideal, señala la vocera, es brindar feedback constante apelando a hechos concretos –si es posible, documentados– para que comprenda de qué manera repercute su comportamiento en el resto del equipo.

Mediante la forma más adecuada de comunicación, el jefe debe hacer hincapié en la importancia de que cada colaborador cumpla con los objetivos y siga las políticas pautadas, subraya Rosa Fuchs.

Según puntualiza, de ninguna manera es recomendable pasar la situación por alto.