Moscú.- Esta vez en las tradicionales fiestas de fin año de las empresas rusas no hay champagne ni cantantes de moda, sino que se degusta vino espumoso, a veces sin tan siquiera salir de la oficina. La culpable es la crisis. Los camareros colocan las botellas de Chianti sobre manteles blancos, mientras que los animadores repiten el texto de su actuación. Son los últimos preparativos en la sala de recepción Roll Hall, en el sur de Moscú, que acoge a casi 500 empleados de una multinacional. (AFP)