Yihadistas que escapan a la policía han aprendido a ser cautos

Para Yves Trotignon, exanalista del servicio antiterrorista de los servicios secretos franceses, la estrategia de los medios yihadistas de disimular sus intenciones, sus redes y sus comunicaciones no es nueva.

Larossi Abballa, asesino de un policía y su mujer en las afueras de París. (Foto: AFP)

Por: Redacción Gestion.pe

(AFP).- Tras los atentados de Francia y Estados Unidos, a la pregunta de cómo es posible que individuos conocidos, sospechosos y vigilados por las fuerzas de seguridad puedan cometer actos terroristas, los especialistas responden que son demasiado numerosos y muy precavidos.

Tanto Larossi Abballa, el asesino de un policía y su mujer en las afueras de París, como Omar Seddique Mateen, el autor de la matanza de Orlando, no pudieron sortear los múltiples sistemas de vigilancia y de detección.

Fueron interrogados, e incluso condenados en el caso de Abballa por participar en una red yihadista. Su comportamiento había sido escrutado, analizado y objeto de informes e investigaciones.

Pero al situarse en los puestos más bajos de las listas de sospechosos, establecidas por los servicios especializados según su peligrosidad, consiguieron matar uno a dos funcionarios de policía y el otro a 49 personas en una discoteca antes de ser abatidos por la policía.

Para Yves Trotignon, exanalista del servicio antiterrorista de los servicios secretos franceses, la estrategia de los medios yihadistas de disimular sus intenciones, sus redes y sus comunicaciones no es nueva.

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“Los investigadores ingleses ya descubrieron en las pesquisas sobre los atentados de Londres en el 2005 que los terroristas se comunicaban con Pakistán utilizando métodos de los servicios de inteligencia”, explica a la AFP.

“Por ejemplo, con ‘buzones muertos’ (memorias USB escondidas por todo el mundo) o con borradores de correos electrónicos que no eran enviados y por lo tanto imposibles de interceptar”, precisa.

“Desde hace algunos años, está además la difusión de los conocimientos, en revistas yihadistas como Dabiq o Inspire, con todos los consejos. Y cuando se trata de gente aislada o poco conectada, hay poca cosa para detectar”, añade.

“Los terroristas se adaptan”, explicaba hace unos meses Philippe Chadrys, subdirector responsable de la lucha antiterrorista en la Dirección central de la policía judicial francesa (DCPJ).

“Entendieron que el teléfono e internet son prácticos pero peligrosos. Miren (al presunto asesino de Bruselas, Mehdi) Nemmouche: no tenía ni celular ni cuenta en Facebook”, agregaba.

Desbordados
El caso de los hermanos Kouachi, autores de la matanza en el semanario satírico francés Charlie Hebdo en París en enero del 2015, fue estudiado por todos los especialistas. Los servicios antiterroristas los conocían, los habían vigilado durante largo tiempo sin que les hubieran llamado la atención hasta la trágica mañana en que pasaron al acto.

Para pasar desapercibidos, les bastó con tomar unas medidas tan simples como utilizar los celulares de sus compañeras o evitar hablar de su complot con cualquiera.

“Nos solemos encontrar con horas de escuchas telefónicas donde no hay nada” interesante, afirma Yves Trotignon, añadiendo que “se tiene entonces que establecer una vigilancia física o abandonar (el caso) para pasar a otros sospechosos”.

La experiencia demuestra que para seguir a un sospechoso las 24 horas del día, se necesitan unos 20 investigadores. “Tienen que alternarse regularmente porque incluso un imbécil poco formado sabe que esa cara ya la ha visto en alguna parte”, advierte el exagente.

Con más de 10,000 personas en Francia incluidas en el fichero S (por “seguridad del Estado”), varias miles de ellas consideradas como potencialmente peligrosas, el cálculo se hace rápido.

“La vigilancia permanente es imposible por simples cuestiones presupuestarias. Ningún país tendrá este tipo de efectivos policiales y de inteligencia”, añade Trotignon.

Un responsable antiterrorista al que la AFP le preguntó si los servicios estaban desbordados, respondió: “Lo estamos”.