Rio de Janeiro: una crónica de cuando las cámaras están lejos de las olimpiadas
El comercio florece en Rio de Janeiro, la candente ciudad a la que han llegado miles de turistas. Pero en medio de la fiesta, también compiten el descontento, las diferencias y el peligro.
Por: Raúl Castro Pereyra
La televisión ha proyectado una transmisión de 7000 horas de los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro. Más de 11 mil atletas en 41 disciplinas deportivas. Pero cuatro días más tarde de comenzar el evento del año, no se ha visto todo.
Bajo el sol intenso de Copacabana, el mismo viernes antes de la inauguración, miles de brasileños se movilizaron como una suerte de larga maratón por decenas de calles. Las organizaciones de izquierda querían hacerse sentir. No había cámaras de televisión, pero la protesta, que más parecía una fiesta de indignación iba dirigida contra el presidente encargado, Michel Temer.
La movilización incluyó además bloqueos de calles, y obligó este viernes al Comité Organizador de Río 2016 a cambiar el recorrido de la antorcha olímpica pocas horas antes de la inauguración de los juegos.
En Rio hay una fiesta, pero sobre todo se ve traducida en la presencia de millares de turistas que todos los días aterrizan en su aeropuerto, a 45 minutos de las playas de Copacabana.
Pero no todos los brasileños están muy contentos. Viven una crisis política, pero también económica. La Olimpiada y sus más de US$ 10.000 millones en costos incrementan el malestar. El mundial de hace dos años obligó a gastar casi el doble.
Según el documento Juegos Olímpicos: vencedores y perdedores, el proceso de Río 2016 dejó a casi 13.000 personas sin hogar por la construcción de las instalaciones.
El otro comercio
El malecón que acompaña a las playas de Rio está copado día y noche. Por la mañana, los turistas se lanzan al mar vigilados por las torres de hoteles y edificios que observan el paisaje. Por la tarde y noche los bares con música en vivo florecen con precios que se disparan. Para los comerciantes es una oportunidad.
Hay grupos de artistas callejeros que llegan de noche para vender todo tipo de productos: juguetes brillantes made in China que poco tienen que ver con el evento, camisetas, gorras. Un hombre flaco en short y sandalias cobra por dejar que los turistas se tomen fotos en el castillo de arena que ha levantado.
Frente a la playa de Copacabana está el estadio que se construyó para el vóley playa. Un coliseo que solo se culminó cuando Rio fue elegida sede de los juegos. La tienda de productos oficiales con los logos de las olimpiadas también se ubica allí. Miles de reales se vende cada día. Al frente, calles más allá, una feria armadas con toldos le compite con avidez. Sus precios están a la mitad.
El comercio en Río florece, pero no llega a todos. En una casa de cambio en la calle Domingo Ferreira, un hombre mayor cambió billetes que deposita en una pequeña caja, que luego es elevada por una polea. Los reales bajan segundos después. El sujeto señala que la moneda más común ahora son los euros. Los europeos han invadido Rio de Janeiro. Hay 7.5 millones de entradas para las decenas de disciplinas distribuidas en los 32 lugares de competencia.
Cuando cae la noche
Es de noche en la playa y la gente grita y corre, un niño se escabulle entre la muchedumbre que danza samba en los bares. Esa es la banda sonora de un robo. Según el observatorio de seguridad de la ciudad, solo el año pasado hubo 37,133 asaltos a transeúntes. El fin de semana, una turista argentina fue acuchillada para robarle.
La última semana antes del inicio del evento, el gobierno brasileño decidió repartir gratuitamente paquetes de preservativos en todas las áreas públicas de la ciudad. Condones a ritmo de samba y baile.
Más lejos, otra vez de día, un grupo de turistas llegan a los miradores de Pan de Azúcar, desde allí Rio es más bello que nunca. El Cristo de Corcovado se ve más alto que nunca, pero otros más atrevidos prefieren mirar hacia adentro. Prefieren la ciudad de las favelas. Una de las más concurridas es la favela Rocinha, una de las más grandes de Río de Janeiro. El sector abarca un territorio de casi 100 hectáreas que ocupan 70 mil personas. Hoy es también
uno de los espacios tan concurridos como el mismísimo Maracaná.
La noche otra vez cubre Brasil. La noche en esta ciudad es peligrosa, las prostitutas y travestis avanzan por todo el malecón. Hombres delgados reparten volantes de los clubes nocturnos. Estos también han cobrado vida en medio del infierno de Rio de Janeiro. Hay mujeres que han llegado a la ciudad solo para trabajar en estos centros. Ellas se irán, desaparecerán, así como los 27 mil empleos que las olimpiadas han generado en la ciudad.