“El resto de diarios de mi padre seguirán inéditos hasta que los corrijan”

El hijo del autor de “La palabra del mudo” está en Lima por los 20 años de la muerte de su padre. Recuerda la pasión de este por el cine y que “Crónica de San Gabriel” fue el primer libro que Ribeyro quiso que leyera.

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Por: Redacción Gestion.pe

Raúl Castro Pereyra
rcastrop@diariogestion.com.pe

Nancy Portugal Prado
nportugal@diariogestion.com.pe

El hijo de Julio Ramón Ribeyro nunca vio a su padre en el departamento que este compró en Barranco y que fue su último refugio en la capital. “Creo que nunca pensó que moriría en Lima”, admite Julio Ramón Ribeyro Cordero. El escritor había caído enfermo, el cáncer se lo llevaba y la última vez que estuvieron juntos fue en 1994 en una clínica en Lima.

Allí le llevó el guión de una película que estaba a punto de rodar, pero que su padre no pudo terminar de leer y mucho menos de ver. Un día como hoy, hace 20 años, el autor de “La palabra del mudo”, se fue.

La casa ahora es usada por la familia. Está en el sexto piso de un edificio en el malecón Souza. Allí está el balcón que en esta época del año deja ver una Lima con cielo celeste y un mar amplio, y que fue escenario de muchas de las fotos en que aparece Ribeyro sosteniendo un cigarrillo.

Julio Ramón Ribeyro Cordero está dedicado a su carrera de director de fotografía en Europa. Cada año, muchas editoriales lo buscan para publicar la obra de su padre. Junto a su madre poseen los derechos del autor. No hay exclusividad con ninguna editorial. “Cedemos los derechos a quien tenga la propuesta más interesante o simplemente para que la obra se difunda”, añade.
Este año, se reeditó la novela “Crónica de San Gabriel”, a cargo de Pesopluma, una editorial pequeña y peruana.

El libro fue presentado en la Feria Ricardo Palma. En julio, apareció -luego de 25 años -“Los dichos de Luder”, otra vez con una editorial peruana y pequeña. En México, un editor quiere publicar las cartas que su padre cruzó con el escritor alemán Wolfgang A. Luchting y además se alista una nueva edición de los cuentos. “No te puedo decir más (…) A mi padre lo han mitificado tanto que se cree que hay cuentos ocultos, pero no los hay. Eso es una leyenda. Desgraciadamente, ya no queda nada de cuentos”.

En París, sin embargo, en la casa donde vivió hay aún tomos de los diarios personales de Ribeyro, cuya primera entrega se condensó bajo el sugestivo rótulo de “La tentación del fracaso”.

Pero el hijo de Ribeyro afirma que no está muy interesado en su publicación, aunque sabe que en algún momento se hará. “Mi mayor preocupación está en que se difunda la obra que ya se conoce, y que para mí es la mejor, que se hagan ediciones de bolsillo, que se haga mayor tiraje para Latinoamérica”.

Ribeyro Cordero admite que esta preocupación se ha convertido en una lucha, para que las editoriales hagan mayor tiraje en la región.

¿Hay material inédito?
Los diarios que están en casa de mi madre seguirán inéditos hasta que alguien los corrija. Si ven una página, hay anotaciones de diversas ideas. Se trata de un diario que no tiene personajes. A mí como lector me interesa más la primera parte de “La tentación del fracaso”, que ya se publicó.

¿Ninguna editorial se ha acercado para hacer ese esfuerzo?
Nadie me lo ha propuesto. Yo he hablado con mi madre para ver cómo hacerlo, quién puede hacerlo. Lo que no voy a hacer es entregarlo y limpiarme las manos. Lo menos que pido es que se respete la calidad. Hay que hacer allí un trabajo colosal que debe consignar los nombres de quienes hicieron el trabajo de corrección.

¿Con qué editorial trabajan ahora?
Con diversas editoriales, pero sobre todo con Planeta.

¿Y los han buscado otras editoriales para hacerse cargo de la publicación?
Sí lo han hecho.

¿Se han puesto un plazo para definir qué harán con los diarios?
No. La verdad es que cada año con mi madre nos sentamos a hablar y al final el resultado de la conversación es que cada uno tiene que trabajar para vivir. El ser el hijo de Ribeyro y revisar sus cosas no me hace pagar las cuentas. Para ser muy honesto: publicar lo que resta no es lo que más me importa, sino difundir lo que hay.

Ribeyro, el cinéfilo
Julio Ramón Ribeyro le enseñó a su hijo de la existencia de Fellini, del cine italiano y del francés. Se lo enseñó en la televisión. Veían películas las tardes de los sábados en la TV francesa, cuando ambos residían en París. Sin saberlo, el escritor despertó en su hijo una pasión.

Años más tarde, Julio Ramón Ribeyro Cordero empezó la carrera de Derecho. “Era como una carrera de familia, y había que empezar el camino para luego romperlo”. Y así fue. A los dos años de estudiar abogacía en París decidió ir hacia la dirección de fotografía. “Mi padre me dijo que podía estudiar en La Habana o en Londres. Mi mamá (Alida Cordero) dijo que en La Habana ni hablar”.

No hay un Julio Ramón Ribeyro cinéfilo en sus cuentos, en sus libros, en sus diarios, aun cuando tenía pasión por el cine, aun cuando mucha de las charlas con su hijo eran sobre el séptimo arte. Pero en cambio, el cine patrio sí le ha dedicado un espacio en “Caídos del cielo”, por ejemplo, en que una de sus historias alude al cuento “Los gallinazos sin plumas”.

¿Consideras que mucho del cine que vio tu padre se vio de alguna manera reflejado en su literatura?
No lo creo. Es un caso raro, porque nadie hace mención de su pasión por el cine y era una pasión muy clara. Es muy curioso que no mencionara el cine en su obra.

¿En qué momento le dice que va a estudiar dirección de fotografía?
A mí me gustaba la foto y el cine. No sabía ni siquiera que existía la carrera.

¿Su padre cómo reacciona cuando le cuenta que va a dejar Derecho?
Reacciona muy bien. Mis padres además querían que yo deje Francia y me vaya a estudiar a otra ciudad.

¿Cuántos trabajos ha hecho a nivel de cine?
Cerca de 28 trabajos en largometrajes, algo de publicidad. Pero nunca he trabajado en el Perú. Me encantaría hacer una película aquí, pero mi centro de operaciones es Europa.

¿Le frustra que su padre no haya visto su trabajo?
Ahora que he estado tratando de escribir el guión de un largometraje, ahora es cuando más necesitaría de su ayuda. Me he metido en este proceso y me parece un infierno.

¿Y no ha pensado en adaptar una obra de su padre?
No, creo que tiene que ser algo mío, de lo contrario no tiene sentido.
En sus trabajos, ¿saben que usted es el hijo de Julio Ramón Ribeyro?
No, y eso me encanta. Cuando trabajo no saben quién soy. Este es otro mundo totalmente diferente al de la literatura. También he cambiado mi nombre a Julio Ribeyro a la hora de firmar los créditos.

¿Así como usted le pasó el guión de la primera película en la que trabajaría, su padre le entregó un texto antes de que se publicara?
Me leyó muchos textos, pero siempre recuerdo uno. Me leyó: “Silvio en el rosedal”. Además, había reuniones de escritores peruanos en París en que leían sus cuentos. Me dio, además, la novela “Crónica de San Gabriel”. Recuerdo que fue el primer libro que quería que leyera de adolescente.

Y así como él le daba libros, ¿usted le obsequió alguno?
Un libro de Milan Kundera. Sabía quién era, pero nunca lo había leído. Creo que fue el único autor que le regalé. Él, en cambio, me regaló Balzac, Cortázar, Borges, “La ciudad y Los perros”. Pero nunca quiso forzarme a leer.

Ribeyro, el futbolista
El 28 de abril de 1982 la selección peruana jugó en el Parque de los Príncipes y le ganó a Francia, en ese momento campeón de Europa. En el estadio, Julio Ramón Ribeyro y su hijo gritaron el gol de Juan Carlos Oblitas con el que Perú ganó. “Es la estadística perfecta, el 100% de los triunfos para el Perú. Claro, aunque solo jugaron un partido”, recuerda y ríe.

A Ribeyro le gustaba el fútbol. A veces lo practicaba con sus amigos en la playa. ¿De qué jugaba? “No era tan táctico”, añade. Al escritor le caían mejor las reuniones en casa para, junto a sus amigos, ver los partidos de la Liga de Campeones de Europa. Era de los que gritan y se emocionan, alejándose de su actitud opaca y calmada.

En Europa, seguía con pasión a la selección francesa. Y en 1998 cuando esta salió campeona del mundo, muchos amigos llamaron a Ribeyro Cordero para decirle que su padre hubiera sido muy feliz. “Fue un gran gesto”.

Ribeyro, el ajeno
En la casa de Ribeyro Cordero en París está el escritorio de su padre. No tiene muy clara la hora en que este escribía. “Es muy probable que lo hiciera de noche, porque por la mañana se iba a trabajar. Él trabajaba en la Unesco”.

¿La biblioteca dónde está?, preguntamos con entusiasmo. El mueble físico está en su casa, y los libros, que son el tesoro al fin y al cabo, están en casa de su madre. “Deben ser tres mil libros (…) Es un gran panorama mundial de la literatura y de distintas épocas”.

Alguna vez un universitario se apareció en casa de la esposa de Ribeyro. Le pidió que le dejara revisar los libros del autor para poder compilar todos los apuntes y párrafos que subrayó. Y así empezó con esa tarea, hasta que un día dejó de hacerlo al darse cuenta de que era una empresa infinita. “Quería saber lo que era importante para mi padre cada vez que leía”.

¿Era bohemio?
Antes que bohemio creo que mi padre tuvo una vida latina en Europa. Recibía a los amigos en casa, comía junto a ellos, bebía vino. Pero hubo un antes y después de la enfermedad.

¿Alguna vez le dijo: “Este es el libro que siempre quise escribir”?
No, pero estaba muy contento con “Silvio en el rosedal”. Siempre lo fastidiaba con el hecho de que escribiera una novela.

¿Le hubiera gustado que el reconocimiento que hoy tiene su padre lo tuviera cuando estaba vivo?
Está sellado de que Julio Ramón Ribeyro es un clásico de la literatura hispanoamericana. Creo que tuvo un corto tiempo de reconocimiento, que incluyó el premio Juan Rulfo.

¿Qué libro le gustaría que la gente conozca?
“La palabra del mudo” es lo más universal que hay. “La tentación del fracaso” me encanta, pero son diarios. Es para gente que lee, es más para un grupo cerrado.

CIFRAS
10 libros de cuentos, dos guiones de teatro y tres novelas escribió Ribeyro. Su obra se ha traducido en al menos 10 idiomas.

HOJA DE VIDA
Nombre : Julio Ramón Ribeyro Cordero.
Edad: 48 años.
Profesión: Director de fotografía.
Estudios: Estudió en la London International Film School y en American Film Institute.
Producción: Ha trabajado en 28 largometrajes, pero también en publicidad.