Redes sociales: Qué tal roche, es mi viejo
Cómo nos llevamos con nuestros hijos en un mundo paralelo: el digital.
Por: Redacción Gestion.pe
Benjamín Edwards
Director de Tribal 121
El estudio de Tribal121 arrojó cinco tipos de comportamientos y cinco sugerencias para no cometer errores.
El papá adulador: Busca mantener la relación con la hija en base a cumplidos y mensajes llenos de orgullo. Recuerde cuando era joven y odiaba que sus papás lo alabaran frente a sus amigos.
El papá amigo: Opta por la horizontalidad en la relación, ser buena onda, hacer comentarios “bacanes”. Bueno, le informamos que existen dos consecuencias con exagerar este punto: la hija comienza a ser incontrolable o se aburre.
El papá engreidor: Sobreprotector, usa diminutivos y trata a su hija como si fuera una jarra de la dinastía Ming. Cuidado, frente a sus amigos, ella puede quedar en vergüenza y usted ser la causa.
El papá cool: Es el que hace reír a su hija y sus amigos. Él es divertido, el que todo muchacho quisiera tener como suegro, pero, ojo, a veces puede hacer comentarios desubicados, lo que automáticamente puede invertir su imagen.
El papá policía: Es el papá de la vieja guardia, territorial, represivo, competitivo y a veces agresivo con sus comentarios. Cuidado, está listo para que lo rechacen o lo bloqueen.
Acá algunos testimonios de muchachos sobre sus padres y la vida digital
(Carla, 22 años)
«Mi papá tenía Instagram y Twitter, y cada vez que subía algo respondía y corregía mis faltas de ortografía. Y, claro, no lo quería bloquear, porque es mi viejo. Al final, entre toda la familia lo denunciamos y le han cerrado la cuenta. Por pesado…».
(Diana, 19 años)
Muchos intentamos llevar el ritmo y, en ese entusiasmo, buscamos relacionarnos en su mundo. Normalmente, la intención la aplauden, pero el resultado es desastroso.
«Si hay algo que me avergüenza de mi papá es su tono de cel. Mira que hay tonos para elegir, pero se tuvo que descargar La Macarena. Cada vez que lo llaman suena a todo volumen».
(Flavia, 18 años)
Cada red social tiene códigos y lenguajes particulares, eso lo deberíamos saber, pero la realidad es todo lo contrario.
«Resulta que mi papá ahora en lugar de enviarme mensajes escritos por WhatsApp me los envía de voz… Un día me envió uno, tenía el volumen alto y me llamaba ‹Mimí›, como hacía cuando tenía tres años. Todo el mundo alrededor lo escuchó. Me puse roja».
(Alejandra, 21 años)
Muchas veces, con el afán de ser “buena onda”, metemos la pata hasta el fondo.
«El otro día, estaba con mis amigas enseñándoles una foto en mi celu y mi papá me envió un mensaje por Snapchat. Claro, mis amigas vieron que era mi papá y quisieron ver el video. Lo tuve que poner y qué vergüenza: era él haciéndose el tonto en la cocina».