"Fausto": un pacto con el diablo que se sella bajo el telón de La Plaza

El dilema de la insatisfacción humana que plantea J. W. Goethe en su obra cumbre llega al teatro miraflorino con la pincelada de la directora Marian Gubbins. El montaje que se asienta sobre dicotomías va hasta el 23 de junio.

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Por: Karen Rojas Andia

¿Hasta dónde llegaría a cambio de conseguir la felicidad plena?, ¿sobrepasaría todos los límites?, ¿o no? “Fausto”, la obra del alemán J. W. Goethe, invita a replantearse esos y otros cuestionamientos.

Ello porque el poema dramático escrito en el s. XVIII versa sobre un elemento aún vigente: el de la insatisfacción humana. Una sensación que representa el erudito anciano y, que en sus ansias de aplacarla, firma con sangre un acuerdo con Mefistófeles (el diablo), quien le promete plenitud a cambio de su alma.

Bajo la versión adaptada y dirigida por Marian Gubbins en La Plaza, la puesta en escena consigue abrirse paso entre la ilusión, la picardía, la fatalidad, la sensualidad (que queda representada en un despliegue coreográfico). “Fausto” fluye así entre lo trágico y lo cómico, el bien y el mal, Dios y el diablo.

La propuesta gira en torno a la relación que establece el hombre con el siervo de Satanás. Los puntos más álgidos transcurren sobre todo en el inicio y desenlace. Según Gerardo García, quien encarna a Fausto, el personaje demanda más esfuerzo en esos momentos. “En definitiva, hay un desgaste pero (cuando se llega a esos picos) se hace una catarsis, así que tengo que aprovecharlo”, cuenta entre risas desde el teatro miraflorino.

Mefistófeles, por su parte, se desplaza sobre el escenario con el talento de un bribón: ostenta en sus diálogos un humor peculiar. Por momentos parece demasiado encantador para ser malévolo hasta que en una espiral de sucesos revela su verdadera naturaleza. Gubbins hila fino en ello.


Vigilante. Mefistófeles no pierde de vista a Fausto, quien se siente seducido por Margarita (Gretchen).

Tras bambalinas
Paredes rústicas. Columnas de fuste liso. Suelo de piedra artificial. En ese ambiente que remonta al espectador a épocas de antaño se desenvuelve el insaciable Fausto. Según estima Gubbins, la escenografía es lo que más inversión demanda.

Pero las piezas adaptadas a los clásicos no necesariamente cuestan más que las comedias. “Un montaje de época puede emplear menos elementos (por ende requerir menos gasto) y una obra moderna quizá sea más recargada”, aclara la directora. “Todo es relativo”, resume.

Profundidad
“‘Fausto’ es un proyecto de texto: las discusiones, los puntos de vista”, expone la responsable de la adaptación teatral. “La intención es que el mensaje quede claro, la limpieza en el escenario se hace en favor a ello”, empalma su compañero.

Ambos coinciden en la riqueza y profundidad del poema trágico de Goethe y alegan que la lectura no solo puede abordarse desde una perspectiva única: cada quien puede acercarse a ella desde distintos ángulos y con otros elementos.


“Ni lo próximo ni lo lejano colman a ese pecho profundamente conmovido”, le dice Mefistófeles al angustiado Fausto en un fragmento de la obra.

Proceso
A Gubbins le bastó un año para tener lista la reescritura de la obra. Cuando de casualidad se topó con el extracto de un diálogo que sostiene Mefistofeles con un estudiante, concibió la idea de hacer una adaptación teatral. Entonces no cesó hasta tener en sus manos lo que buscaba.

El encargado de interpretar a Fausto, en tanto, confiesa que entrar en el personaje le ha costado un esfuerzo mayor a nivel físico y mental, con respecto a interpretaciones anteriores.

Para interiorizar los extensos diálogos de la obra, es necesario transitar por los sentimientos y estados de ánimo de su protagonista, manifiesta García. “Una vez que entras ahí, ya nada ni nadie te saca”.

Y usted, ¿vendería su alma al diablo?

EL DATO
Elenco. Junto a Gerardo García Frkovich actúan Alfonso Santisteban, Vania Accinelli, Ana Cecilia Natter, etc. La obra va hasta el 23 de junio en el Teatro La Plaza.