Guillermo “Memo” Ochoa, el portero mexicano que creció bajo un arco imaginario
Estrellas de Brasil 2014. El arquero mexicano le sacó un cabezazo a la estrella de Brasil, Neymar. La FIFA comparó su atajada con la que el inglés Gordon Banks hizo a Pelé en México 70. Esta es la historia del “Memo”.
Por: Richard Manrique
Guillermo “Memo” Ochoa pasó los primeros años de su infancia bajo los tres palos de un arco imaginario. Agarraba las Barbies de su hermana menor y les lanzaba una pelota de papel para que la atajen como si fueran arqueros de fútbol. Más tarde, ella le tiraba la pelota a cualquier esquina de la casa y él volaba de cama en cama en el dormitorio, de mueble en mueble en la sala, o de pared en pared en el patio. Arruinaban macetas, plantas y ventanas, y su madre les gritaba ‘¡basta ya!’.
Hoy como arquero de México, “Memo” le arruinó la fiesta a la selección de Brasil, en su casa, y a su estrella máxima Neymar. Le sacó un cabezazo esquinado a media altura, justo en la línea del arco: se estiró sin importarle el palo que amenazaba con golpearlo y desvío el esférico. En cuestión de segundos reaccionó y activó el resorte de su pie de apoyo. Fueron cinco intervenciones en que “Memo” hizo de muralla, pero esta será la más recordada y hasta el momento la mejor atajada del Mundial de Brasil.
No es la primera vez que “Memo” asume el papel de héroe en el drama de los tres palos. Es su costumbre, su estilo, su razón de ser. El 15 de febrero del 2004, a los 18 años, debutó en el Club América de México y desde esa fecha ya decidía el rumbo de los partidos con sus manos: en YouTube abundan los videos de sus mejores atajadas. Pero los ‘americanistas’ no terminaban por aceptarlo debido a su corta edad, pues siempre la portería había estado custodiada por arqueros experimentados. Le hicieron hasta la ‘camita’ para devolverlo a la banca, pero su arte se impuso.
Lo aman en México
Según el portal Transfermarkt, especializado en el mercado de pases, “Memo” pasó de valer US$ 400,000 a US$ 11 millones entre el 2005 y el 2009. Era toda una estrella en el América (con dos títulos y una buena actuación en la Copa Libertadores) y comenzaba a volverse un ícono popular en México, capaz de destronar al gran ídolo Cuauhtémoc Blanco, según el documental que le hizo el programa “Verdad y fama”. A “Memo” le costaba creer este ascenso repentino después de ser un niño que dormía abrazado a una pelota y que cuando iba al estadio se ubicaba detrás del arco en las tribunas para simular que él era el arquero oficial. Fue así como su arco imaginario poco a poco se acercó al real.
El año pasado, “Memo” fue distinguido como el mejor portero mexicano del siglo XXI por la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol. Le seguían en la lista Oswaldo Sánchez y Óscar “Conejo” Pérez, los que fueron seleccionados como titulares para el Mundial Alemania 2006 y Sudáfrica 2010, respectivamente. En aquella época, no le quedó otra que calentar la banca, junto a Jesús Corona, que hoy es su suplente en el Mundial de Brasil. Nuevamente había primado la desconfianza por su edad y, al parecer por este motivo, en el 2011 “Memo” forzó su partida al club francés Ajaccio, que peleaba el descenso.
El guardameta mexicano ha confesado que sus dos mundiales le sirvieron para darse cuenta que los cracks con los que jugaba en los videojuegos eran reales como él y que podía superarlos en la cancha. Entre ambos eventos, en el 2007, fue incluido en la lista del Balón de Oro, convirtiéndose en el primer mexicano en figurar entre los candidatos. Y, en el 2008, conformó la Selección Resto del Mundo que rivalizó con la de Irak en un partido benéfico, a lado de figuras como Cristiano Ronaldo, David Beckham y Ronaldinho. Con ese roce llegó al Ajaccio y de inmediato dejó una huella en el fútbol de su país: quedó para las ‘caletas’ como el primer portero ‘charro’ en sudar la camiseta de un equipo europeo.
Una experiencia agridulce
En Francia, el éxito de “Memo” está sujeto, como en la economía, al capricho de las estadísticas. Jugó tres años en un equipo que finalmente descendió a segunda división, alineó en 112 partidos, le metieron 180 goles y fue el arquero más batido. Hasta allí la lectura es de un fracaso rotundo. Pero hay otras variables que cambian su historia personal: “Memo” detuvo o desvió más de 400 disparos, coronándose como el arquero más atajador, y fue distinguido como uno de los mejores guardametas e incluido habitualmente en el once ideal de L’Equipe”, el periódico deportivo más importante de Francia y uno de los más influyentes de Europa.
Hasta antes de la volada que impidió a Neymar celebrar a ritmo de samba, “Memo” estaba valorizado en casi US$ 7 millones –descendió desde los US$ 11 millones por la situación contradictoria en Ajaccio–, pero sin duda después del Mundial esa cifra se disparará, más aún cuando es un jugador libre (su contrato en Francia acaba el 30 de junio). En su tercer mundial y debut como titular en Brasil, se enfrentó contra Camerún y no solo se impuso al equipo africano, sino también a la lluvia, y con su sello personal: se le presentó un tiro a media altura, flanqueado al travesaño derecho, y no tuvo reparos en tomar la forma horizontal del triunfo y colgarse del balón. Le sirvió de entrenamiento para su atajada contra el país carioca: “No estamos nerviosos para enfrentar a Brasil”, dijo tras el partido, aún con la adrenalina en el cuerpo.
No se equivocó: tapó seis de los quince tiros al arco de la selección anfitriona. Y su atajada a Neymar fue comparada por la FIFA con la que el inglés Gordon Banks hizo a Pelé en México 70. Pero “Memo” no es un arquero para el show: se le critica por ser espectacular, pero sus atajadas nacen de su perfecta ubicación, de su lectura sincronizada del rival. Son actos reflejos de vida o muerte, y no jaloneados por el influjo del flash. Será porque “Memo” se inició como delantero y conoce muy bien las manías del gol. “Fue el mejor partido de mi vida”, reconoció “Memo” a sus 28 años, como diciendo que ya no es un chibolo para que le vengan con las excusas de la madurez.
En el partido contra Brasil, hubo una jugada en la que tomó impulso para despegarse del césped, pero luego escondió la mano: el tiro pasó de largo. En un acto que es riesgoso para otros arqueros, Guillermo “Memo” Ochoa demostró que ya no está para esforzarse en vano. Atajó bajo los tres palos de un arco imaginario y nunca le hicieron gol. Menos le harán en un arco real.