David Summers: “Los managers son ahora una figura obsoleta, pronto van a desaparecer”
David Summers, vocalista de Hombres G, analiza el mercado tras más de tres décadas de carrera. El sonido de los cambios se impone con rudeza.
Por: Manuel Patiño
En Madrid, una tarde cualquiera, de un verano cualquiera, un padre cualquiera busca a su hijo al colegio. Suena el teléfono en el camino y David Summers atiende sin prisa, pues decidió que tener manager era un estorbo.
Porque cuando has vendido 15 millones de álbumes algo debes haber aprendido del negocio. “Grabamos un disco cuando queremos, hacemos gira cuando queremos, trabajamos de esa manera y no dejamos de trabajar”, explica a Gestión.
¡Y vaya que les funciona! El espíritu de los polvos pica pica se mantiene, y si bien no logró que le devuelvan a su chica, obtuvo a los Hombres G de vuelta.
¿Cómo pueden llevar el negocio sin manager?
Hemos tenido malas experiencias con managers anteriores, y la última vez decidimos no volver a tener ninguno más. Nos sentíamos capacitados para poder manejar nuestro proyecto, precisamente sin manager.
Entonces, ya no es necesario contar con representante…
Todos los grupos jóvenes que empiezan tienen a su disposición las redes sociales, tienen un montón de herramientas para darse a conocer por ellos mismos. No necesitas a esa persona que tiene contactos o que lleva mucho tiempo en el negocio. Eso ya es ahora obsoleto y yo creo que dentro de poco es una figura que va a desaparecer.
Nuevos pasos
Solo se necesitan a sí mismos. Y 35 años después, la banda española trabaja con más paciencia. Ya no sienten el ritmo frenético de grabar un disco por año como en los ochenta, pero han publicado cinco desde su reunión en el 2002, y están grabando uno nuevo.
¿Cómo hacen para trabajar solos?
Tenemos nuestro propio sistema para trabajar. Primero logramos consenso. Si queremos un nuevo disco, sabemos que necesitamos la gente, el estudio, al ingeniero. Entonces los contactamos, les pagamos y listo.
Temblando
David Summers tiene 53 años, boxea y oye a Sinatra. Maneja el temple de quien puede vivir de lo que ama, pero sabe que no todos tienen detrás a las chicas cocodrilo.
¿Se puede vivir hoy de la música?
La mayoría de músicos son gente luchando por conseguir éxito. Están trabajando, tocan en donde pueden. No es una vida fácil. Antes si vendías un millón de discos, en verdad había un millón de personas que se lo había comprado, y eso se traducía en una gira exitosa.
¿Qué pasa con las nuevas plataformas?
Ahora todo es incierto. Tienes que estar contento con que la gente escuche gratis tu canción en Spotify, pero eso no garantiza que vayas a llenar el recinto donde tocas. Le digo a Daniel (su hijo) que sea él mismo, sea original, que componga sus propias canciones. Es la única manera de competir contra cualquiera.
El panorama es bastante diferente al de los ochenta. ¿A qué se enfrenta Daniel ahora?
Él se enfrenta a un mundo totalmente diferente, donde solo importan los likes del YouTube, las redes sociales. Es un mundo imaginario que yo no acabo de digerir.
¿Usted a qué se enfrenta?
En cuanto a la música, lo único que me tranquiliza es cuando me dicen ‘oye, está todo vendido’. Eso significa que a la gente le interesa ver un espectáculo en vivo. Es lo único que permanece tangible.
El marcapasos de David
En 1987, un océano más allá, el mismo nervio le atacaba de una forma distinta. Perú fue la plaza elegida para su laureado desembarco, y el panorama no lucía tan bien.
¿Tenía miedo de que los Hombres G no pegaran en Perú?
Había mucho miedo de que los conciertos en Perú se revolucionaran mucho. Iba el Ejército. Recuerdo estar probando sonido en Chiclayo, y entonces se creía que el rock en español iba a ser un foco de violencia, de que el público se desmadrara. El Ejército se colocaba los escudos antidisturbios. Era algo increíble.