Juan Villoro: “Hay autores que escriben porque ya saben algo y otros que escriben para saberlo”
El escritor mexicano Juan Villoro considera que si fuera fácil hablar de su escritura “no tendría chiste”. Prepara la presentación en Lima de la reedición de su libro “El apocalipsis (todo incluido)”, con la que participará en la FIL.
Por: Carolina Moreno Espinoza
El narrador ideal para contar historias. Crítico cuando la situación lo amerita. Considera que nada es tan misterioso e inagotable como la vida diaria, y en su libro “¿Hay vida en la Tierra?” lo pone en evidencia, donde recoge 100 historias de lo cotidiano, de lo habitual.
El escritor mexicano Juan Villoro es un nato cazador de la realidad y sus paradojas, que para muchos, a simple vista, son nimias. El también periodista será uno de los autores que liderarán la delegación de México en la FIL Lima, que se realizará entre el 21 de julio y el 6 de agosto.
¿Cuál es el panorama editorial actual de México?
Hay editoriales independientes como Almadía y Sexto Piso, y otras públicas, como el Fondo de Cultura Económica que finalmente comienzan a ganarles espacio a los megaconsorcios españoles.
Para usted, ¿cuál es el lector ideal?
El que nunca ha leído un libro por gusto y de pronto descubre que se encuentra ante una extraordinaria forma del placer.
¿Cuál es el tratamiento en un escrito periodístico y uno literario?
Es diferente. El periodismo tiene un contrato con lo verificable; la ficción debe ser verosímil pero no tiene por qué ser verificable.
¿Por qué, en su caso, la investigación que realiza antes de abordar un tema es somera?
Hay autores que escriben porque ya saben algo y autores que escriben para saberlo. Me considero de los segundos. Obviamente, hay un trabajo previo de lectura e investigación, pero no escribo con un esquema pedagógico que determine la trama, sino buscando averiguarla de acuerdo a las posibilidades de los personajes.
Todo es relativo…
Así es. Por ejemplo, mi novela “El disparo de argón” se ubica en un hospital oftalmológico. Para escribirla, fui a operaciones, entrevisté a médicos, leí mucho sobre el célebre oftalmólogo barcelonés Barraquer, incluso estudié los planos de su clínica, porque la clínica de mi novela es una réplica de la suya. Pero nada de eso determina la historia ni los personajes, ese descubrimiento surgió con la escritura.
¿Por qué encuentra atractiva la incertidumbre de cómo terminará un texto?
Nadie sabe a dónde conduce el destino. Anticiparlo es un ideal narrativo.
¿Alguna vez se le ha hecho difícil hablar sobre su escritura?
Todo el tiempo. Si fuera fácil no tendría chiste.
*Sobre su gusto por el teatro, ¿cómo inició el interés por este arte? *
En 1970 participé en “Crisol”, una obra de teatro de creación colectiva, bastante jipi, digna de la Era de Acuario y de la influencia que teníamos de Alejandro Jodorowsky. Pensé que me dedicaría al teatro, pero es algo muy difícil, lleno de complicaciones de presupuesto y en lo que intervienen muchas personas.
Pero ahí no terminó “el sueño”…
Así es. Seguí siendo un espectador apasionado y traduje algunas obras, especialmente para Ludwik Margules, director polaco que cambió el teatro mexicano. Pero solo hace unos diez años, cuando cumplí 50, me lancé de lleno a la dramaturgia. Ya no la he soltado, de modo que mi vejez será dramática o no será.
¿Está leyendo algo en particular actualmente?
“La carne”, de Rosa Montero, una novela apasionante, y también la poesía del polaco Adam Zagajewski.
¿Qué hace Juan Villoro cuando no está escribiendo?
Me gustan todos los aspectos de los viajes, desde hacer la maleta hasta esperar horas en aeropuertos, ir a restaurantes, oír rock en compañía de mi hija Inés que tiene 17 años. Y caminar, sobre todo caminar.
Finalmente, la situación del periodismo en México es crítica…
Los periodistas no están amenazados por los criminales más obvios de México. Están amenazados por quienes tienen mucho que perder si se sabe que son cómplices de esos criminales.
Con esto último, ¿a quiénes se refiere?
Los políticos, empresarios, militares y policías infiltrados por el narco. Es decir, quienes le brindan una fachada “legítima” son los principales adversarios de los periodistas. Mientras el Gobierno no se investigue a sí mismo y sean los reporteros los que descubran esas complicidades, se seguirá matando a informadores.