Joan Alfaro, el artista cajamarquino que trasciende fronteras con el surrealismo andino
Sus piezas incluyen expresiones de la cultura andina y una exploración a la mujer indígena. Con diez obras a escala real, su propuesta invade el Jorge Chávez.
Por: Karen Rojas
Sus lienzos muestran personajes entrañables. En su mayoría, mujeres de mirada cristalina, rodeadas de colores vibrantes, en situaciones fantásticas. Joan Alfaro –cajamarquino, pintor, 32 años– retrata así detalles de nuestra tradición andina con espíritu onírico. El mestizaje que plasma en cada una de sus obras y que resalta con un ornamento que linda con lo mágico compone su sello personal. Un estilo al que ha denominado “Surrealismo andino” y que ha trascendido fronteras.
“No recuerdo exactamente cómo comencé, pero desde siempre me sentí involucrado”. Joan Alfaro divaga así, entre recuerdos, la manera en que se volcó a los pinceles, los colores y el caballete. Cuenta que, de pequeño, soñaba con convertirse en músico y que, por ese motivo, su padre le enseñó a tocar más de un instrumento con la zurda, pero el dibujo lo conquistó aún más.
“Me inicié en la Escuela de Arte de Cajamarca, pero deserté casi dos años después, no era lo que esperaba”, rememora. El otro camino fue la sicología, hasta que confluyeron una serie de circunstancias que lo recolocarían en el rumbo anterior: un amigo pintor de la familia le enseñó a usar los óleos y su padre le obsequió un libro de Van Gogh.
Su mirada lúdica, a la vez nostálgica, propició que su obra se hiciera visible. Su muestra individual (El Sueño Onírico, 2016) contribuyó a que el reconocimiento le llegara casi de inmediato. No tardó en atravesar un punto de quiebre que lo conduciría a convertirse en representante de marca Perú. A lo que se sumó una nueva entrega de su obra con guiños a la tradición artesana.
Vigencia en el mercado
¿Una mayor exposición contribuye a incrementar el costo de cada pieza? “Claro que sí. Un movimiento de imagen afianza un aspecto de mercado. Hacerse un espacio también ayuda a crecer”, cuenta el artista desde el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, donde acaba de inaugurar una exhibición.
De esa manera, detalla su estrategia: “No desespero por vender tan rápido mis obras, quiero exhibirlas. No se trata solamente de reproducir, sino también de mostrar, y solamente así se hace más conocida. Eso supone una ventaja”.
No en vano ha observado el incremento de demanda hacia su propia marca desde el año anterior, lo cual lo ha conducido a centrarse, de momento, en la exposición más que en la reproducción. La respuesta le ha sido interesante.
El porcentaje en que han crecido los precios de sus piezas “ha sido fuerte” y, a consecuencia de muestras recientes, se ha volcado además en otro mecanismo de venta, el online.
Según narra, su público está compuesto por peruanos en el exterior y extranjeros que han tenido un acercamiento a su obra. En efecto, muchos de los compradores que visitan su taller en Cajamarca provienen de Chile, Estados Unidos, Nicaragua y Europa.
Mecanismo de gestión
Alfaro revela que no tiene intención de dejar su natal Cajamarca ni comenzar una colaboración estrecha con galerías asentadas en Lima. “Ahora tengo un asesor comercial que se encarga de todo lo relacionado a ventas, mientras yo me dedico a pintar. Eso me facilita concentrarme en el oficio del cual vivo”.