Fútbol crece en EE.UU.: Cinco historias de fanáticos
Brasil 2014. Desde una mujer que jugaba con un equipo de chicos cuando era niña y que ahora entrena un grupo de muchachos, hasta un hombre que bautizó a sus perros con los nombres de las estrellas del Mundial de 1994.
Por: Redacción Gestion.pe
Nueva York (AP).— El fútbol ha sido muy popular en la juventud estadounidense por más de una generación, y eso es lo que puede estar impulsando los altos ratings televisivos de personas que han visto los partidos de la Copa del Mundo Brasil 2014 cuando Estados Unidos juega.
He aquí un vistazo a cinco personas que crecieron jugando y amando el deporte en Estados Unidos:
Mike Helfand
Este abogado de 42 años oriundo de Chicago tiene dos hijos pequeños que juegan fútbol. Además, es entrenador de un equipo en las ligas juveniles. Sus propios padres lo metieron a jugar cuando tenía cinco años.
“Estas no son personas (que juegan al fútbol en Estados Unidos) que tengan una mentalidad deportiva por sí misma. Es el resultado de lo que hiciste. Entonces, cada niño que conocía jugaba fútbol y béisbol”, dice. “Para mí y para muchos de mi generación, simplemente nos tropezamos con el fútbol y nos enamoramos del deporte por accidente”.
Hefland no compró ni luce una camiseta de la selección estadounidense y tampoco se pinta la cara con los colores o símbolos de su selección. Pero ha ido a ver jugar a su selección 16 veces, incluso a lugares lejanos como Australia o Irlanda.
Se sorprende de lo mucho que el deporte ha avanzado en Estados Unidos. “Ahora uno camina por la calle y ve a niños que lucen las camisetas del Manchester United y del Chelsea y del Barcelona, y yo ni siquiera sabía cuáles eran esos equipos cuando era niño”, dijo Helfand. “Tampoco sabían quiénes eran los mejores jugadores de Europa”.
Lo que más le gusta del fútbol es el carácter fluido del juego comparado con otros deportes.
“Yo era un niño hiperactivo y, en realidad, nunca me atrajo la idea de pasar más fuera de la cancha que dentro de ella, eso de estar de pie esperando a que algo suceda o esperando el turno al bate”, dijo.
Sarah Cureton
Sara Cureton tiene 30 años y es oriunda del poblado de Bealeton, Virginia. Comenzó a jugar fútbol cuando tenía cuatro años. Su hermano mayor la llevó a jugar a esa temprana edad. Ahora, es una de las pocas entrenadoras mujeres de un equipo de fútbol en la escuela preparatoria en Nokesville, Virginia.
“Yo estaba en clase de gimnasia cuando mi hermano jugaba fútbol pero su equipo me dejaba jugar con ellos. Odiaba las vestimenta de gimnasta” dijo.
Como creció en una zona rural de Penssylvania, Cureton jugaba en equipos de hombres. No había equipos de fútbol de mujeres pero sí dos o tres chicas jugaban en equipos de hombres pese a la resistencia masculina.
“Los chicos se sentían muy amenazados por nuestra presencia. Hacían una cantidad de bromas. Era algo así como ‘hay que ser un niño’ para poder jugar esto. Nunca me afectó. Sólo quería jugar al fútbol”, recuerda.
Cureton fue a George Mason University con una beca para jugar fútbol ??pero dejó de competir cuando terminó la universidad, en parte debido a las lesiones.
“Tuve como nueve conmociones cerebrales entre los 14 y 21 años. Si hubiera habido exámenes que midieran las concusiones como los hay ahora, nunca habría podido jugar en la universidad”, dijo.
Ciro García
García, de 52 años, tenía 16 cuando se fue a vivir a Nueva York proveniente desde Bogotá, Colombia.
“Dios mío, todo lo que hacíamos era jugar fútbol. Jugábamos al fútbol mientras esperábamos el bus del colegio. Jugábamos al fútbol en las aulas, en los pasillos. Llegábamos a casa y nos poníamos a jugar en la lluvia”, dijo.
Sin embargo, en Estados Unidos, el adolescente que moría por el fútbol apenas podía encontrar donde jugar.
“En el Bronx había un parque cerca de la casa donde vivíamos, y donde algunos europeos jugaban. Mi hermano y yo solíamos jugar mucho allí. Todo el mundo jugaba fútbol y baloncesto y béisbol”, dijo García. “Perdí un poco de mi nivel de juego cuando nos vinimos aquí”.
Después de la secundaria, García se alistó en el Ejército y jugó un poco pero luego se convirtió en mecánico de United Airlines, empresa que organizaba torneos de fútbol de empleados.
García ahora es ingeniero de una planta de tratamiento de aguas de San Francisco, fue también entrenador durante 18 años de equipos de fútbol escolares, incluyendo la escuela secundaria de su hijo, que ahora tiene 20 años.
“Cuando empecé a entrenar aquí en Estados Unidos yo no entendía por qué los padres no querían dejar que los niños jugaran todos los días”, dijo. “Nunca nos cansamos. Nosotros nunca quedábamos rendidos”.
García sigue jugando pese a que sus rodillas no están en las mejores condiciones debido al deporte. “El fútbol es como la vida. Fluye en mi torrente sanguíneo. Quiero jugarlo. Envejecer realmente es terrible”.
Ben Fox
Tiene 28 años y vende paneles solares en San Francisco. Creció en un pequeño poblado llamado Perú, del estado de Vermont. Comenzó a jugar fútbol cuando tenía cuatro años y jugó hasta que una lesión en su rodilla lo sacó de la universidad.
“Esquiábamos durante el invierno y jugábamos fútbol con todo el mundo en el verano”, dijo. “Pero jugar al fútbol era todo lo que quería hacer, todo el tiempo”.
Su padre es inglés pero no era un rabioso aficionado al fútbol y pensaba que su hijo debía estudiar más y jugar al fútbol menos.
Su familia criaba la raza de perros spaniel cocker.
“A todos los perros de la primera camada los bautizamos con nombres de los jugadores de la Copa Mundial de 1994, como Dunga, que era el capitán de Brasil en el momento”, dijo.
Ross Coulter
Tienes 46 años de edad, y es copropietario de una empresa de relaciones públicas en Dallas. Jugó al fútbol desde que tenía siete años hasta que culminó sus estudios universitarios. Sus tres hijos le dieron una camiseta del equipo estadounidense de día del padre.
“Mi padre no tenía ni idea de fútbol. Yo tenía un amigo en la escuela que comenzó a jugar y llegué a casa un día y les dije (a sus padres) que quería jugar”, recordó.
El equipo Dallas Tornado y otros de la liga de fútbol de Norteamérica estaban promocionando el deporte cuando Coulter estaba creciendo. Muchos jugadores habían llegado de Inglaterra, Brasil y otros países futboleros en el ocaso de sus carreras.
“Yo idolatraba a esos viejos jugadores. Ellos son los que realmente nos prendieron la fiebre del fútbol y nos sólo hicieron amar el deporte. Tipos como Kenny Cooper y Mike Renshaw y Pelé”, dijo. “Cuando yo era niño tenía dos grupos diferentes de amigos. Los que jugaban al fútbol y los demás”.
Coulter fue entrenador de equipos de fútbol antes de convertirse en papá, fui árbitro en la universidad y entrenó a sus hijos. Su hijo mayor jugó desde que tenía cuatro años, pero luego lo dejó cuando empezó la escuela secundaria.
De la sorpresa de que su hijo no continuara, Coulter admite que se quedó como boquiabierto.