Experimente un paseo inolvidable en este Cadillac El Dorado de 1960
FOTOGALERÍA. Los autos clásicos están más de moda que nunca en todo el mundo y prueba de ello es esta reseña de Bloomberg sobre el Cadillac El Dorado modelo 1960. Hannah Elliot, especialista en autos de Bloomberg, se subió a esta leyenda de las pistas para ir de paseo un fin de semana y (como dice ella) desintoxicarse de la rutina y estrés digital.
Quisiera comenzar esta nota de millones de formas. Podría contarle que los autos antiguos son más populares que nunca y que el número de compradores menores de 40 años no para de subir cada año.
Podría señalar la montaña de estudios que describen cómo la exposición a pantallas (celular, computadora, tablet, etc.) afecta el cerebro como una adicción a cualquier droga.
Podría pintar como escenario un lote verdeante de 6 hectáreas en el valle del Río Delaware, tres horas al norte de Nueva York y a una vida de distancia del actual clima político.
Pero sobre todo quiero contarle la calma que sentí manejando a 128 kph en una autopista del estado de Nueva York sin cinturón de seguridad, con Courtney Love sonando a todo lo que da en un grabador portátil retro y un chihuahua de 4.5 kg deslizándose a mi lado por el banco rojo.
Me encontré en esa situación volviendo de 24 horas de desintoxicación digital. De alguna forma, había convencido a una sala llena de editores de que eso sería una buena idea como forma de explorar usos modernos para autos clásicos. Resulta que la idea también encajaba muy bien con el retiro en un bosque que venía mirando por internet hacía cierto tiempo y quería ver con mis propios ojos.
“Tenemos una crisis de atención hoy en día”, me dijo antes de salir McKeel Hagerty, el máximo ejecutivo de Hagerty.com. “Viajo por el mundo para hablar con ejecutivos, y no se pueden despegar del celular. Nuestros cerebros no están hechos para defenderse de las características adictivas que la tecnología nos está trayendo”.
Hagerty fue quien nos prestó (a mi compañero, DJ Louie XIV y a mí) el auto.
Y qué auto para nosotros, las chinchillas que querían desintoxicarse: un Cadillac El Dorado modelo 1960 color crudo con interiores color rojo botella de Coca-Cola.
Era convertible (en teoría, se levantaba el techo apretando un botón después de pasar 10 minutos quitando la mitad de la parte superior del baúl para hacerle espacio) con un motor V8 de 345 caballos de fuerza que gruñía y ronroneaba como un cachorro de tigre de Bengala. La suspensión neumática venía de fábrica, como el autocrucero, el aire acondicionado y una radio (naturalmente, algunas de esas cosas no funcionaban más)
Por supuesto, hubo algunos desperfectos en el camino. Para arrancar el auto con el motor frío, hay que apretar el pedal algunas veces; para ir marcha atrás, se mueve la palanca de cambios sobre el volante hasta el extremo derecho; para manejar, se la lleva a uno de los dos puntos en el medio. Todo esto funcionó bien y estuvo bueno. Me pareció encantador.
Pero es cierto que el auto se ahogó en el peor lugar posible: una colina que rodeaba una curva gradual y elevada en una carretera poco transitada en algún punto entre Livingston Manor y Callicoon. No tenía a mano el celular, no podía decir exactamente dónde lo tenía. Pero un hombre amable en una camioneta paró, charlamos un rato y nos ofreció usar su teléfono de línea “allá arriba en casa” mientras especulaba cuál podría haber sido el problema. Lo descubrimos antes de tener que llegar a eso.
El estilo suave y enorme del El Dorado, que anda como si flotara, compensó con creces todo inconveniente. Me encantaron el volante amplio y delgado y los asientos firmes y elásticos como de sofá. Ese auto puede con todo, siempre y cuando no realice movimientos bruscos (el proverbio inglés dicta que los coches viejos tienen frenos viejos. Este frenaba bien, vio, pero había que avisarle con muuuucha anticipación que uno quería detenerse).
Por: Redacción Gestion.pe