Enrique Verástegui: “Escribo lo que me gusta, hablo lo que debo hablar y no digo lo que no quiero”

ENTREVISTA Enrique Verástegui, poeta .
Formó parte de la generación del setenta y Hora Zero. Acaba de terminar un nuevo libro. Afirma que hay colectivos de poetas, pero no movimientos culturales.

Prolijo. Verástegui afirma que la literatura también es una industria en la que debe haber buenos amigos y contactos.

Por: Julio Lira Segura

Raúl Castro Pereyra
rcastrop@diariogestion.com.pe

Enrique Verástegui está olvidando algunas cosas. Él mismo admite que su mente cae en profundos vacíos. Le recordamos algunas bellas frases de su poesía y no las reconoce.

Pero sí tiene claro que es un poeta, que fue un Hora Zero, esa generación de hombres y mujeres que empezó a fundar en la década del setenta un nuevo orden en las letras.

Quién es hoy Enrique Verástegui, preguntamos en su casa de la avenida Brasil en Jesús María. “Hoy, Enrique Verástegui solo puede referirse a sí mismo, a sí mismo son sus artículos publicados y no publicados. Nada más que un escritor en un mundo convulso”.

Pero Enrique Verástegui es también ‘Harry’ o ‘el negro’ para sus amigos. También es el autor de más de 20 libros de poesía, novelas, cerca de 20 textos sobre filosofía y hasta de matemáticas.

¿Qué está escribiendo ahora?
Todo el tiempo escribo, acabo de terminar un cuaderno de arte, y busco un editor. También estoy escribiendo un texto andrógino que no es ni prosa ni verso. Y un libro que se llama “La partitura peruana”.

¿De qué trata?
Hablo, por ejemplo, de Daniel Alomía Robles sin ser músico, del padre Gutiérrez, que luego de 40 años me he sentido con el deber y la libertad de conciencia de hacerle un poema.

¿Siempre ha creído en Dios?
Sí. Alguna vez se me pasó por la cabeza ser ateo.

Pero en sus primeros libros, hay la impresión de que usted no creyera en nadie…
No lo sé. He tratado siempre de escribir algo que esté a la altura de la época. Yo nunca he buscado a Dios en mis libros, sino la perfección. Alguna vez escribí una suerte de testamento, en la que defino qué es Dios para mí.

¿Y qué es Dios para usted?
Dije que Dios es el cuerpo de la esposa deseada. Por supuesto que me morí de nervios, por lo que escribí.

¿Cuándo ha sido la última vez que ha publicado?
El año pasado publicaron en México el “Motor del deseo” y ya se alista una nueva edición.

¿Usted es consciente de que Hora Zero es un grupo de culto para ciertos sectores?
No lo he pensado. Yo escribo a mi propio gusto. Julio Ramón Ribeyro decía que escribir es inventar a un autor a la medida de tu gusto. Eso hago yo. Nunca sé por qué los jóvenes, que son los que me leen, me escogen.

¿Nunca les pregunta?
Quiero mantener mi inocencia en ese tema.

¿Lo escogerán porque es aún un rebelde?
Hay que ser rebeldes, no revolucionarios. Hay que ser rebeldes frente a las cosas cotidianas.

¿La poesía es una actitud de rebeldía?
Es por tema, del país, de uno mismo, y de las generaciones de escritores.

¿Qué le gusta escribir ahora?
Continuamente escribo. Estoy haciendo un libro de arte. Cuando tengo lapiceros y cuadernos sigo produciendo. En México también publicaron mi libro “Splendor”. Es un texto de mil páginas.

¿Cuánto tiempo le tomó ese proyecto?
Cuarenta años.

¿Escribe en una computadora?
Sí, durante 10 años lo estuve haciendo junto a una amiga argentina, para poder dominar el estilo. La prosa que tiene Jaime Bayly no aporta inteligencia al lenguaje. Todo lo arroja la computadora. No es superior a la prosa que aporta el periodismo. Beto Ortiz acaba de publicar y es un mamotreto.

¿Y por qué no les gusta lo que escriben?
Porque no tienen dominio del lenguaje, se dejan dominar por el ritmo que les da la computadora.

¿Qué temas han cambiado en su literatura frente a lo que hacía en los setenta?
No lo sé. Al comienzo yo solo quería aprender a escribir. Yo era un estudiante de San Marcos. Y en esa época se decía que eras valiente si publicabas un libro y lo defendías hasta la muerte.

Hora Zero
El movimiento Hora Zero nació en 1970. Ese fue un año distinto para la literatura peruana. Los poetas Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz publicaron el primer número de su revista con ese sugestivo nombre. “Materiales para una nueva época”, reza la portada.

Al interior también se consignó el manifiesto “Palabras urgentes”. Se trataba de una ácida crítica al sistema y al movimiento cultural y a sus protagonistas.

“Necesario es, pues, dejar las nubes en su sitio. Si somos iracundos es porque esto tiene dimensión de tragedia. A nosotros se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla. Se nos ha dado esta coyuntura para culminar una etapa lamentable y para inaugurar otra más justa, más luminosa”, remata el manifiesto.

¿Lo suscribe?, preguntamos. “Claro”, afirma. En 1970 tenía solo 19 años y publicó el poemario “Los extramuros del mundo”, Pimentel lanzó “Kenacort y Valium” y Ramírez Ruiz “Un par de vueltas por la realidad”.

Verástegui conoció a ambos poetas de la Universidad Federico Villarreal a través de un amigo. La primera vez que se vieron se encontraron en la Biblioteca Nacional. “Nos gustaba caminar por Lima, la hora del lonchecito y si había algo que defender defendíamos a la izquierda”.

¿Se siente afín a las ideas de izquierda de ese primer manifiesto?
Me alejé del comunismo hace muchos años. Me siento un rebelde con causa y muy justo.

¿Se ve con los Hora Zero?
Me hablo con ellos todos los días, sobre todo con Pimentel.

¿Perdura Hora Zero?
Como decía un ‘pata’ que murió: en Hora Zero ahora cada quien baila con su propio pañuelo. Ellos son mis amigos, pero yo soy discrepante.

Habla de ellos, ¿ya no es parte de Hora Zero?
No, ya no. Hora Zero se considera vanguardia, pero yo estoy en contra de esa denominación. Para mí, es un equipo de elite para la literatura peruana.

¿Alguna vez pensó que Hora Zero puso, y tomemos un término que se usa para muchas cosas, de moda a la poesía?
Éramos conscientes del poder de los medios de comunicación. Se hablaba ya de la aldea global, que es una visión utópica de la vida. Fue el poder del periodismo el que catapultó a Hora Zero a la eternidad.
Eran bueno poetas, y también sabían de relaciones públicas.
Hacíamos buen marketing.

¿Escribían pensando en la gente o en ustedes?
Esa idea forma una polémica. Escribo lo que me gusta, hablo lo que debo hablar y no digo lo que no quiero. Vivo feliz así.

Ya sabemos qué escritores no le gustan, pero ¿hay algún joven, cuya producción valore?
En este momento hay un movimiento de ruptura. Se trata de una producción de la pura ingeniería con la gente y con un instrumento fabuloso que es la computadora.

Pero ¿le gusta algún escritor o se siente defraudado por lo que lee?
Los jóvenes se avientan, pero no tienen base (…) Provengo de una generación que admiraba a Jorge Luis Borges, quien decía que se sentía más orgulloso de los libros que ha leído, que de los que escribió. Me siento igual, pienso lo mismo.

¿Tiene miedo de olvidarse las cosas y prefiere escribir todo?
En algún momento lo he querido hacer. Tuve un diario. Hablaba de lo que yo percibía, no hablaba de política, porque a la gente no le gusta.

¿Usted cree que la gente no quiere hablar de política?
Estamos en una sociedad paranoica, nadie quiere hablar de política.

¿Por qué decidió estudiar Economía?
Me gustaba, pero no terminé la carrera.

Una industria
Hora Zero es un equipo elite de la literatura peruana, insiste Verástegui. El poeta reafirma que su concepto es superior al de vanguardia que utiliza Tulio Mora, también activo integrante del movimiento, sobre todo en su segunda etapa.

En 1974, Jorge Pimentel regresó de Francia. Un año antes, Hora Zero estaba casi disuelto, sus “actos contundentes”, que eran incursiones poéticas en distintos barrios de Lima, eran solo recuerdo. Fue precisamente Mora quien ayudó a Pimentel a reflotar el grupo.

Es en este periodo que Hora Zero se contacta con poetas de México, Chile y de Europa. Hay una clara relación con los infrarrealistas que fundara el chileno Roberto Bolaño. Verástegui tiene un papel fundamental en este periodo, que se conoce como la etapa internacional del colectivo.

Alguna vez Jaques Chirac, quien antes de presidente de Francia fue alcalde de París, polemizó con los Hora Zero y los llamó revolucionarios de café.

¿Hay una industria cultural en el Perú?
Hay una industria, pero no está a la altura de la modernidad, no entiende Facebook, Google, YouTube. Creo que hay en la industria falsos capitalistas, porque no producen para ganar, producen para el hígado. Me siento herido cuando alguien promete editar un libro y no lo hace.

¿Por qué sucede eso?
Porque la literatura también es una relación de contactos y amigos.

¿Cree que hay una literatura peruana?
Hay una nueva generación, llevados por la cantidad de máquinas que hay ahora. Hay colectivos de poetas, pero no movimientos culturales.

¿Nada lo hace llorar?
Creo que en mis versos hay un llanto. Me he condenado a morir de hambre.

Y de sus libros, ¿cuál es al qué más cariño le tiene?
Todos me han costado por igual, todos son mis hijos.

*¿Cuándo es un buen momento para escribir? ¿Es mejor escribir cuando está en paz o con los demonios internos que quieren salir? *
Escribir al final siempre da felicidad, a pesar de lo que uno escribe y en qué momento lo hace. El escritor piensa y escribe. No importa que la gente diga que eso no vale. Hay una independencia evidente frente a la gente.

Poesía: el despertar de la mente con el sexo
Enrique Verástegui mira la grabadora y la ventana. Esta noche en su casa tiene puesto un short, una camisa y unas sandalias.

‘El negro’ ya no tiene el África look con el que se deja ver en la época en que Hora Zero, ocupa su tiempo por entero. Tampoco lleva los grandes lentes de carey ni los pantalones acampanados. Es ahora un poeta en tiempo de reposo y reflexión.

*Experiencia *
El ruido de los autos interrumpe su frágil concentración. Recurre a su memoria, regresa al presente. En ese vaivén está montada su mente.
Así saltan a esta conversación sus primeros libros.

“Empecé con una antología de Alejandro Romualdo y de Sebastián Salazar Bondy”. Dice que a los 12 años tuvo una experiencia mística y no sabía cómo expresarla: en prosa o en verso. Decidió por el verso.

No quiere dar detalle de aquella revelación, pero sí que a esa edad visitaba la biblioteca de Cañete y la que tenía su padre, que era un empresario. “Pero nunca siguió mis consejos”, señala y ríe. Su madre tiene 99 años y aún es escultora. “Nunca conversé de poesía con mi papá”, señala.

Luego, se corrige. “Sí lo hice. Una vez me dijo: a ti te dedican una página en El Comercio por los libros que publicas, así que debes ser bueno porque a mí me cuesta mucho dinero anunciar mi empresa allí”. Otra vez sonríe.

Letras en el mar
A los 17 años caminaba por las playas de su provincia. Tenía además una cadena grande en el cuello y al final un medallón. Tenía muchos sueños y frustraciones.

Escribía versos sobre la arena para que las olas se los llevaran. Tenía la idea de que su palabra así llegaría a todos los continentes. Ingresó a San Marcos, pero a la facultad de Economía y no a Letras.

“Toda mi vida yo escribía (…) Mucha gente tiene miedo de hablar de la poesía o la prosa porque está ligado a la masturbación”. ¿Por qué está ligado?, preguntamos. “Porque es el despertar de la mente con el sexo”.

Hoja de vida
Nombre: Enrique Verástegui.
Nacimiento: 24 de abril de 1950.
Estudios: Estudió Economía, Administración y Contabilidad en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Estado civil: Casado con la también escritora Carmen Ollé.