Embajador de México: “Me causa admiración una sociedad que ha aprendido a arar en el desierto”

Ernesto Campos, embajador de México en el Perú, cuenta que Santiago Roncagliolo es uno de sus escritores peruanos favoritos, aunque aún tiene una lista de títulos nacionales pendientes. También disfruta de largos recorridos.

Foto: USI

Por: Karen Rojas Andia

Si bien estudió periodismo, el destino llevó a Ernesto Campos a la diplomacia, casi sin proponérselo.

“Recuerdo que una tarde conversaba con unos amigos sobre el servicio social y uno me comentó que su hermano era director de prensa de la Cancillería. ‘Si quieres le consulto si hay algo’, me dijo. Así empezó el vínculo”. Y tan solo meses más tarde, la decisión de hacer línea de carrera estaba tomada.

El hoy embajador de México en el Perú confiesa tener un lazo especial con los arequipeños, además se declara un amante de la comida picante y de las extensas caminatas.

Luego de dos años en el país, ¿ha logrado acostumbrarse?
Sí, he tenido la fortuna de que mi carrera haya estado centrada en Latinoamérica, prefiero quedarme con lo bueno y eso tiene mucho que ver con su gente. Hay países donde uno se siente mejor recibido que en otros. Este es uno de ellos. Hay una especie de complicidad.

¿A qué cree que se deba?
A que no hay una barrera cultural: hablamos español, somos mestizos, somos parecidos. Somos herederos de las culturas prehispánicas claves del continente, también fuimos los virreinatos importantes de la época colonial… además acá también se come picante, quizá menos que nosotros.

Entonces, se siente bien recibido…
Sí, yo diría que he tenido más contacto con los arequipeños. A lo mejor es nada más por mi forma de ser, o porque en el DF somos así. Pero todos los lugares exigen un proceso de adaptación.

¿Uno siempre “retorna”?
Sí, al final uno siempre piensa en su gente, en su país, siempre hay cierta nostalgia, pero es natural, estés cerca de la frontera o al otro lado del mundo.

¿Qué es lo que más le agrada de la ciudad?
Tengo profunda admiración por ustedes, quizá no se dan cuenta por la cotidianidad, pero ustedes han creado una ciudad en una zona desértica, y la hacen producir, están arando en el desierto y eso es admirable. Eso habla de un pueblo trabajador, con toda franqueza.

¿Y qué diría del lado contrario?
Pues que una persona de la Ciudad de México mencione el tráfico es medio difícil, pero quizás nosotros somos un poco más pacientes, no digo que seamos una maravilla ni nada, pero no tocamos la bocina ni aventamos el coche… ahora, tampoco soy quién para criticar.

¿Ha tenido oportunidad de leer algunos autores peruanos?
Santiago Roncagliolo es uno de mis favoritos, también he leído algo del Inca Garcilaso de la Vega, a Vargas Llosa. De hecho tengo que buscar más, tengo varios pendientes, por ahí “La guerra del fin del mundo” está en la lista.

¿Qué escritores mexicanos nos sugiere?
Muchos me comentan que han leído a Carlos Fuentes, Octavio Paz, yo también recomiendo algunos que quizá no se leen tanto como Martín Guzmán o Mariano Azuela que son grandes novelistas de la revolución. Ahora se viene la FIL, y el país invitado es precisamente México.

¿Qué actividades disfruta hacer en sus momentos libres?
Me gusta caminar. En mi juventud llegué a correr una maratón, solía correr distancias largas hasta que a mi esposa le detectaron hace algún tiempo problemas en las rodillas y le prohibieron correr. Entonces, en solidaridad con ella ya no corro.

¿Qué decidió entonces?
Que teníamos que caminar juntos, procuramos recorrer 10 kilómetros al día. Es nuestro ejercicio. Tengo este contador de pasos (alza la muñeca) para que no piense que le hago cuentos (risas).