Empleabilidad para robots: el 49% de tareas en una empresa son automatizables
En solo cinco años seremos testigos del enorme cambio que supone la inteligencia artificial y la automatización de procesos. Puede que una solución sea el impuesto a las máquinas.
Por: Manuel Patiño
El día que un robot aprenda a tomar decisiones y pueda dirigir, digamos, una empresa, sabremos que el mundo habrá cambiado. Mientras tanto, seguiremos entendiendo la robótica desde el mejor punto de vista: una nube de oportunidades.
Y es que, como toda revolución industrial (sí, esta es la cuarta revolución industrial), puede cerrar algunas puertas, pero abrir otras impensadas, como augura Alejandra D’Agostino de Deloitte, quien además realizó una ponencia sobre robótica el pasado jueves.
Revolución industrial
Comencemos por el plato agridulce. El 49% de las tareas en una compañía son automatizables, sentencia D’Agostino. Es decir, la mitad de la fuerza laboral de las empresas puede ser reemplazada por uno o varios robots.
El salto y la velocidad enorme que percibirán estas empresas para crecer tendrán un impacto inmediato en dos grandes áreas. La productividad se potenciará, ya que las máquinas no se cansan y no descansan. Además que no producen errores, y trabajan con una rapidez inigualable por cualquier humano.
Sin embargo, reemplazar a la mitad de trabajadores de una empresa significa una gran cantidad de talento ocioso, por no decir desempleado.
Y nadie se salva. Según Alejandra, el 25% de tareas que realiza un CEO tranquilamente puede automatizarse. Claro, uno pensará que es menos trabajo para el ejecutivo. Pero también significa incorporar un robot en labores gerenciales.
Conteo regresivo
“No antes de cinco años, realmente diremos ‘estamos en el camino de la automatización’”, predice Beatriz Dager, especialista y ponente en el evento de Deloitte.
Y es que el cambio es inminente, pero no es el fin del mundo. Si bien un sector sufrirá por la automatización de procesos, otro se verá beneficiado por la demanda de nuevas especialidades.
Una de las claves de esta revolución se encuentra en las aulas. Y es ahí adonde apunta Dager. “No necesitas una carrera profesional, sino algo más técnico”, comenta la especialista.
Según D’Agostino, en Latinoamérica existe un déficit de entre 35% y 40% en los profesionales de las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés). Y es labor del gobierno, junto al sector privado, el promover la educación en estas áreas.
“Como empresas, deberíamos ir a visitar colegios para contarles a los chicos cuáles son las nuevas tareas que se deberían desarrollar, quizá usando algún robot o lego”, aconseja D’Agostino.
No obstante, está convencida de que el Estado es el primero que debe tomar en cuenta estos cambios y reaccionar oportunamente. “¿Va a existir legislación pagando impuestos especiales para los que tengan X cantidad de máquinas, o voy a poner cuota de máquina frente a las personas? Eso es algo que el Estado debería estar pensando”, describe la especialista.
Al mismo tiempo, destaca que es deber del gobierno proteger a los ciudadanos del ‘ocio creativo’ que origina la sobreautomatización de procesos.
Cultura Startup
Latinoamérica, y el Perú en especial, se encuentran bastante lejos de ser el próximo Silicon Valley. Y es que, si bien hay startups exitosas en toda la región, la mayoría se cae de bruces cuando intenta rentabilizar sus ideas.
“Las que han sido exitosas se caracterizan por tener una diversidad de conocimientos que la ayudan a crecer: cómo monetizo esa idea, cómo logro que se convierta en un negocio”, resume Beatriz Dager.
La especialista lamenta que, a pesar de la enorme cantidad de ideas que generan los latinos, son muy pocos quienes logran un camino startup exitoso. La mayor parte dura solo dos años y luego fallece.
Una de las falencias principales (y comunes) de la región es la poca inteligencia matemática, según Beatriz. Es decir, cómo transformar un número frío en una idea que permita mantener con vida un negocio. En pocas palabras, leer correctamente las cifras.
Y es que iniciativa sobra, pero “hay que verlo como un negocio, hay que pasar de ese sueño a la vida real. Hay que monetizar la idea, y eso involucra disciplina”, culmina Dager.