Estados Unidos es ahora un país que puede ser ignorado

La Rusia del presidente Vladimir Putin ha estado a la cabeza de este esfuerzo. En el más reciente avance, el martes, los ministros de Asuntos Exteriores y Defensa de Rusia, Irán y Turquía se reunieron en Moscú para hablar de un plan para Siria. Estados Unidos no fue invitado.

(Foto: Reuters).

Por: Redacción Gestion.pe

Bloomberg.- Uno de los legados más importantes del presidente Barack Obama es la sensación de que Estados Unidos ya no es la potencia mundial dominante: puede ser ignorado. Es una nueva realidad que se hizo aparente este año cuando diversos regímenes autoritarios y movimientos populistas la pusieron a prueba.

La Rusia del presidente Vladimir Putin ha estado a la cabeza de este esfuerzo. En el más reciente avance, el martes, los ministros de Asuntos Exteriores y Defensa de Rusia, Irán y Turquía se reunieron en Moscú para hablar de un plan para Siria. Estados Unidos no fue invitado.

En lugar de esto, los ministros adoptaron una declaración diciendo que los tres países estaban dispuestos a hacer las veces de garantes de un acuerdo entre el gobierno sirio y la oposición. Todos los demás países con “influencia en la situación en el territorio” son bienvenidos a unirse, de acuerdo con la declaración.

Este es el tipo de decisión que Estados Unidos se ha acostumbrado a tomar durante las décadas post-Guerra Fría de la Pax Americana. Ahora, tres regímenes autoritarios – uno de ellos, el del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, cada vez más solo aliado de nombre de Estados Unidos, y los otros dos abiertamente adversarios de Estados Unidos – se sienten suficientemente empoderados como para asumir su papel en un área en la que opera la que quizá sea la mayor amenaza a Occidente: el Estado Islámico.

Rusia parece estar trabajando resueltamente con los aliados menos democráticos de Estados Unidos. Previamente este mes, rompió con una costumbre de mucho tiempo y se unió a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) con la promesa de recortes a la producción de crudo.

En esas conversaciones, Rusia tuvo que tratar con Arabia Saudita, ayudándolo a conseguir el consentimiento iraní ante un tope de la producción.

Qatar, otro estado del Golfo Pérsico aliado de Estados Unidos, está participando en un acuerdo de privatización turbio aunque políticamente importante, como uno de los compradores de una participación de 19.5% en la compañía petrolera rusa Rosneft.

Rusia no se ha mostrado reacia a hablar con Estados Unidos – lo ha hecho repetidamente acerca de Siria – aunque no se llegó a nada, en parte porque la administración Obama nunca se mostró unida ante la sola idea de hacer tratos con Putin.

Al parecer los funcionarios del Kremlin odiaron la experiencia. “Los contactos permanecen, pero cada vez que estamos de acuerdo en algo, los estadounidenses se alejan de lo acordado”, afirmó Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores ruso, en un discurso reciente. “Nos sermonean”.

Entonces, el Kremlin está construyendo abiertamente rutas alternas hacia otros actores de Medio Oriente, cuyos procesos de toma de decisiones son más similares al de Moscú que al de Washington.

Turquía, Arabia Saudita y Qatar no tienen que traicionar a Estados Unidos para hablar con Moscú por su cuenta – pero tampoco sienten la necesidad de incluirlo.

Otro país autoritario, China, no solo ha ignorado las exigencias estadounidenses de que ponga fin a los proyectos de recuperación en las disputadas Islas Spratly en el Mar del Sur de China, sino que aparentemente militarizó las islas.

Aún no ataca barcos o aviones estadounidenses en el área, pero al apoderarse de un dron submarino la semana pasada, mostró cuidadosamente que podría hacerlo.

El público británico, por supuesto, también ignoró las advertencias de Estados Unidos cuando votó por el Brexit. Y ahora, el gobierno de Reino Unido, el aliado más especial de Washington en Europa, continúa ignorando los intereses de Estados Unidos al mantener la incertidumbre en torno a su futuro trato con la Unión Europea.

La mayoría de los miembros restantes de la Unión Europea son mucho menos pro Estados Unidos que Reino Unido, y la influencia estadounidense en el bloque va en declive.

Incluso en Alemania, que tiene una deuda histórica con Estados Unidos, el sentimiento anti Estados Unidos es fuerte: la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión propuesta por Obama es sumamente impopular ahí.

Incluso si Estados Unidos quisiera seguir promoviéndola, probablemente no tendría oportunidad alguna en la Unión Europea de hoy en día. Y si los líderes populistas nacionalistas salen adelante en varias elecciones europeas programadas para el año próximo, Estados Unidos podría contar con aún menos cooperación de Europa.

La creciente tendencia a excluir o ignorar a Estados Unidos es resultado directo de la incoherente política exterior de Obama. Esta ha sido promovida como fundamentada en valores, mas gran parte del mundo no comparte los valores de Estados Unidos, sospecha que es hipócrita, o lo acusa de arrogancia.

Este tipo de posicionamiento requería de consistencia y una disposición a poner el poder militar estadounidense tras los principios que la nación presuntamente defendía. Ambas cosas faltaban.

Estados Unidos ha sido a veces estridente y a veces tímido en Medio Oriente. Siria ha convencido a muchos gobernantes en la región de que Putin estaba más comprometido, y por lo tanto era un socio de negociación más esencial.

Obama intentó ser tanto amistoso como firme con China. Ninguna funcionó. Líderes chinos vieron al “giro a Asia” estadounidense, anunciado durante el primer mandato de Obama, como principalmente un esfuerzo para contener a China.

El segundo mandato de Obama, con el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) claramente dirigido a refrenar el poderío económico de China, no ayudó a las cosas. China busca hacer tratados comerciales bilaterales y reforzar sus defensas y Estados Unidos le importa poco.

En Europa, Obama no ha dejado de ser popular durante sus ocho años como presidente, pero, aparte de la fallida Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, su administración no ha hecho nada por los aliados de su país en la Europa continental.

Los fracasos encabezados por Estados Unidos en Libia y Siria inundaron a la Unión Europea con refugiados, pero Estados Unidos no ofreció ayudar.

Obama prometió protección a los estados bálticos ante una potencial agresión rusa que se temía, pero el volumen de la ayuda militar que finalmente llegó los dejó tan temerosos como antes.

Ucrania, que esperaba contar con la ayuda de Estados Unidos en una continua confrontación armada con Rusia, también obtuvo menos de lo que esperaba. No llegaron armas letales desde Estados Unidos, y Alemania y Francia quedaron por su cuenta para negociar un acuerdo de paz con Putin mientras la administración Obama se hacía a un lado.

Bajo Obama, Estados Unidos se las arregló para proyectar la imagen de un país enfocado completamente en sus propios intereses, a veces disfrazados de valores, aunque sin estar dispuesto a arriesgar gran cosa para defenderlos. Se las arregló para ser percibido como pasivo-agresivo tanto por aliados como por enemigos.

A los partidarios de una política exterior estadounidense cimentada en valores les preocupa que Donald Trump no busque una, prefiriendo un enfoque transnacional. Eso está bien si la alternativa es la insistencia de Obama en los valores sin acciones firmes que la respalden.

Quizá Estados Unidos no puede darse el lujo de ser más enérgico: no hay apoyo electoral para enviar soldados a Medio Oriente, mucho menos para arriesgarse a tener enfrentamientos con Rusia o China.

Pero eso significa que Estados Unidos no debe fingir que proyecta principios democráticos liberales internacionalmente: solo será una promesa vacía.

Sin embargo, romper el molde de los valores y avanzar hacia una diplomacia internacional no es un camino fácil. Requiere de una clara comprensión de los intereses de negocios y militares de Estados Unidos en cada parte del mundo y de lo que Estados Unidos está dispuesto a ceder para conseguir esos intereses.
Una transacción implica dar y tomar – un concepto que fue ignorado durante los años de Pax Americana. Quizá Trump esté interesado en trabajar de este modo, pero necesitaría una comunidad de políticas exteriores diferente para jugar el nuevo juego: para la actual, regatear es un concepto extraño.