Los oligopolios, Telefónica y las malas costumbres
Necesitamos reducir el costo implícito de trasladarse de un operador a otro y facilitar la entrada efectiva de nuevos actores al mercado.
Por: Carlos E. Paredes
1. La semana pasada finalmente decidí dejar el servicio móvil de Telefónica con el que operaba mi empresa. Hace años venía evaluando esta opción, pues mi frustración con este operador es de larga data (servicio deficiente y planes caros). La demora en tomar la decisión se explica en parte porque varios amigos que se trasladaron al otro operador grande en el país (Claro) continuaron insatisfechos, y según algunos de ellos “fue como irse de Guatemala a Guatepeor”.
2. La decisión de trasladarme también se vio aplazada por los planes de los equipos y las penalidades a que están sujetos, como por los beneficios de las redes “privadas” de estos operadores (RPM y RPC), que en la práctica generan barreras a la entrada a potenciales competidores.
Durante años, las barreras a la entrada restringieron la competencia y reforzaron el duopolio, en detrimento de los consumidores. Las prácticas anticompetitivas han sido la norma en este sector, al punto de haber generado disputas millonarias que hoy se ventilan en la Corte Suprema.
3. A fines del año pasado, una nueva empresa, entró con fuerza al mercado y obligó a las primeras dos a mejorar sus planes y reducir sus precios. Estuve tentado de trasladarme y casi compré a Entel un iPhone 5S a S/. 9. Hablé con Telefónica, me convencieron de quedarme y terminé pagando S/. 1,300 por el iPhone. A la semana de haberlo comprado me caí de espaldas cuando leí en el periódico que ahora Telefónica ofrecía dicho equipo ¡por S/. 9! Llamé indignado, no me contestaron. Mandé correos, volví a llamar y no me contestaron. En febrero insistí nuevamente, se disculparon y prometieron revisar el tema.
4. Para hacer corta una historia larga: un gerente finalmente me escuchó y me dijo que comprendía mi sinsabor, pero me pidió que entendiera… “Dr.
Paredes, el problema es que usted es un híbrido… (¡salté de mi asiento!), su empresa es pequeña y usted la considera como si fuera su familia. Y usted a nivel familiar y personal está acostumbrado a recibir un trato excelente de sus proveedores; seguramente lo engríen en la banca VIP de su banco y recibe un excelente trato en el taller de sus autos, así como en el supermercado donde hace sus compras… Pero entienda que su empresa, con un número tan pequeño de líneas, es insignificante para nosotros…”.
5. Aún sorprendido por lo que acababa de escuchar, le dije que ahora sí estaba convencido: ¡que me iba! Apuntó a las altas penalidades que tendría que pagar. Tras revisarlas le hice notar que habían errores (en un caso la penalidad estaba inflada en más de 10 veces). Finalmente cambié de operador, fastidiado pero también satisfecho de haber ejercido mi derecho básico como consumidor: poder escoger. Eso sí, me fui con mis teléfonos desbloqueados a contratar un plan sin penalidades con otra empresa (gracias a una reciente y afortunada regulación del Osiptel).
6. Las malas costumbres que exhiben los operadores oligopólicos de la telefonía móvil se explican en parte por la existencia de barreras que inhiben la entrada de nuevos jugadores. Al respecto, es conveniente revaluar la práctica actual de hacer cobros diferenciados por llamadas a usuarios de distintos operadores (privilegiando los de la red propia), revisar la estructura de las tarifas de interconexión y, a nivel subnacional, facilitar la instalación de infraestructura de telecomunicaciones. Necesitamos reducir el costo implícito de trasladarse de un operador a otro y facilitar la entrada efectiva de nuevos actores en el mercado. ¡No hay mejor regulador que la competencia!