Editorial: #Ni una menos
“No es un problema solo de mujeres pues también genera perjuicios a todo el país, incluidas las empresas”.
Por: Redacción Gestion.pe
IGUALDAD. Los hombres y las mujeres son diferentes, pero con iguales derechos. Pero por siglos se ha considerado a la mujer como un objeto, o una persona que está en un nivel inferior. Si bien la mayoría de países ya reconoce la igualdad ante la ley, la verdad es que en la práctica eso no ocurre siempre.
Esta situación se evidencia de diferentes maneras: la discriminación al momento de buscar un trabajo pues muchas empresas prefieren trabajadores masculinos; las remuneraciones, las cifras muestran que el ingreso promedio de una mujer equivale al 67% del ingreso promedio de un hombre en trabajos equivalentes; las posibilidades de ascenso, solo el 29.3% de puestos directivos es ocupado por una mujer y la cifra disminuye mucho más si buscamos en los directorios de las empresas (y no es que falten mujeres capacitadas para dichos cargos); la publicidad, las bromas y un sinfín más, pero quizás la más repudiable sea la violencia tanto física como sicológica, y que muchos intentan justificar culpando a las víctimas.
Las malas actuaciones del Poder Judicial han generado en las últimas semanas un movimiento pocas veces visto, es como si de golpe la mayoría de la población se hubiera dado cuenta de hechos que tienen tiempo ocurriendo y que nadie quería ver, pero que realmente atañen a todos y desde todo punto de vista.
No es un problema solo de mujeres pues también genera perjuicios a todo el país, incluidas las empresas. Un estudio realizado por la Universidad San Martín de Porres, la Cooperación Alemana y el Ministerio de la Mujer, muestra que las microempresas peruanas pierden al menos 1,982 millones de dólares al año, producto de la violencia contra las mujeres y en el caso de las grandes empresas el impacto es mucho mayor debido a la menor productividad generada por los casos de violencia familiar que sufren sus trabajadoras.
La solución a este grave problema no es fácil, ni rápida, y debe involucrar a todo el país. Será necesario empezar con un cambio de actitud en el ámbito familiar, es aquí donde se educa con el ejemplo y donde nacen las actitudes discriminatorias. Luego vendrán los colegios, pero también será necesario una política de salud mental (un aspecto descuidado por todos los gobiernos) y una adecuada aplicación de las normas existentes por parte de todas las autoridades involucrados (Policía y Poder Judicial). Sin duda, un camino largo que requiere persistencia para lograr una transformación estructural.