Editorial de Gestión: Hipocresía diplomática
Cualquier apoyo al régimen de Maduro implica necesariamente darle la espalda a la libertad y a la democracia.
Por: Redacción Gestion.pe
Mal momento. Este mes, Venezuela fue elegida en la Asamblea General de la ONU para ocupar un asiento por los próximos dos años en el Consejo de Seguridad (CS). Y como se pudo comprobar desde el arranque, no existía peor candidato para representar a América Latina. No solo por la larga lista de atropellos a los derechos humanos que se cometen en el país llanero desde que se convirtió en una autocracia, sino porque, esencialmente, Venezuela ha demostrado no creer en los organismos multilaterales, particularmente en la Naciones Unidas.
Hace un mes, aproximadamente, el grupo de trabajo sobre detenciones arbitrarias de la ONU opinó que las detenciones de Leopoldo López, junto a las de otras 70 personas encarceladas durante las protestas que estallaron en la primera mitad del 2014 en Venezuela, fueron arbitrarias. Tan solo cinco días después del ingreso de Venezuela al Consejo de Seguridad, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, pidió su liberación inmediata; sin embargo –fiel a su comportamiento desafiante y prepotente- Venezuela rechazó el pedido, calificándolo de “injerencista”.
El Consejo de Seguridad es el órgano más importante dentro de la ONU y su función principal es mantener la paz y la seguridad internacional; sin embargo, este régimen venezolano ha cometido una serie de violaciones contra los derechos humanos de su población que lo indisponen para garantizar la paz. Asimismo, ha probado ser una amenaza para la seguridad internacional al colaborar con grupos terroristas (como las FARC y Hezbollah) y hasta aliarse con Cuba, Irán o Corea del Norte.
Ahora, la responsabilidad de esta situación recae principalmente en los países que apoyaron la candidatura venezolana desde un comienzo; es decir, en los países latinoamericanos, incluyendo al Perú. Cualquier apoyo al régimen de Maduro, pues, implica necesariamente darle la espalda a la libertad y la democracia en la región, sobre todo a los venezolanos que luchan por sus derechos.
Ya en el 2006, Hugo Chávez hizo lo posible por lograr un asiento en el Consejo de Seguridad, sin éxito. En ese entonces, aparentemente, sí existían gobiernos en Latinoamérica comprometidos con sus ideales.