Editorial: La franja que pasó de moda

Una revisión del sistema de franja de precios aplicable a la importación de azúcar, arroz, leche y maíz sería más que saludable, aunque lo ideal sería su desmantelamiento.

En el caso del maíz amarillo los consumidores asumen un precio 41% mayor que el promedio actual de US$ 203 por tonelada métrica.

Por: Redacción Gestion.pe

ALIMENTOS. “El sistema constituye un instrumento adecuado para la mejora de los niveles de competitividad de los productores nacionales”, reza uno de los considerandos del Decreto Supremo 115-2001-EF, emitido por el MEF durante el Gobierno de Transición de Valentín Paniagua, y que estableció el sistema de franja de precios aplicable a la importación de azúcar, arroz, leche y maíz.

Sin embargo, la protección data de 1991, cuando se creó un sistema de derechos específicos que el decreto en mención “perfeccionó” diez años después. La franja, diseñada para mantener precios estables, fija un nivel piso, por debajo del cual el importador debe pagar un arancel adicional, y un nivel techo, por encima del cual el importador recibe una reducción arancelaria.

Hay que anotar que no son cuatro los productos sujetos al sistema, sino medio centenar y que en el caso de los lácteos incluyen la mantequilla, el queso y hasta la leche condensada y el manjar blanco. También figuran todo tipo de maíces y alimentos balanceados para animales. Se desconoce si el esquema permitió a las empresas locales mejorar su competitividad, pero en vista de que han pasado tantos años, sería conveniente que el MEF encargue un estudio al respecto.

Además de proteger a la producción nacional, la franja de precios también resguarda al consumidor, pues, según explican los websites del MEF y del Ministerio de Agricultura, cuando los precios internacionales se incrementan pueden ocasionar incertidumbre en el mercado. Pero las cotizaciones internacionales de estos commodities han estado cayendo desde hace buen tiempo y hoy se ubican muy por debajo de sus niveles piso.

Si no existiese la franja, los consumidores se verían beneficiados por los menores precios, si los importadores y comercializadores se comportan en concordancia con la teoría –lo que no ha sucedido con sus colegas que expenden combustibles–. En cualquier caso, la realidad del mercado, tanto nacional como internacional, es muy distinta de lo que era hace trece años, de modo que una revisión del sistema sería más que saludable, aunque lo ideal sería su desmantelamiento.