BBVA: La recuperación económica en los países desarrollados es lenta
La recomendación del FMI de impulsar el mayor gasto público en el mundo es analizado por los especialistas del BBVA.
Por: Redacción Gestion.pe
¿Dónde sirven el almuerzo gratis del Fondo Monetario Internacional?
Jorge Sicilia
Economista jefe del Grupo BBVA
J. Julián Cubero
Economista jefe de Escenarios Económicos de BBVA Research
Dos veces al año, en abril y octubre, autoridades económicas, banqueros centrales, analistas del sector financiero y algún que otro académico se reúnen en Washington para repasar las perspectivas económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En esta última reunión, el FMI destacó que si hay un momento para impulsar el gasto en inversión pública es este, y mejor si se hace con deuda. El lector que tenga en mente los programas de ajuste de la troika para algunos países europeos puede extrañarse de que ahora el FMI propugne más gasto público, pero tiene su explicación.
Para empezar, lo que no ha sido el FMI es autocomplaciente. El organismo multilateral ha analizado sus errores de previsión, un control de calidad que ayuda a entender las recomendaciones realizadas de política económica.
Según su análisis, el optimismo en las perspectivas de inversión ha sido defraudado por la realidad, lo que explica que el crecimiento esté siendo más bajo de lo previsto en Japón y la eurozona, dentro de los países desarrollados, y que las perspectivas económicas sean más deslucidas en las economías emergentes (aunque no en China).
Así, la recomendación del FMI para apuntalar ésta débil recuperación global y evitar unas perspectivas de medio plazo “mediocres” (en palabras de su directora) es impulsar la inversión pública.
Se aprovecharía así la oportunidad única de financiación abundante y barata para los gobiernos y el bajo riesgo de expulsar la inversión privada, que apenas crece.
Nuevas inversiones públicas eliminarían cuellos de botella en infraestructuras que se están quedando obsoletas. Y si se financia con deuda, los efectos serán más positivos. Una ganancia sin costes, un almuerzo “casi” gratis según palabras del economista jefe del FMI, en el sentido de que una expansión fiscal de estas características potenciaría el crecimiento y disminuiría el ratio de deuda sobre PIB en el medio plazo.
¿Es esto posible? La respuesta del FMI sería que sí en determinadas circunstancias, entre las que habría que añadir a las ya señaladas (bajo crecimiento, financiación abundante para soberanos) otras dos no menores.
La primera, que los proyectos de inversión pública estén bien identificados –un déficit en algunos países desarrollados-, que sean “necesarios”, y que haya capacidad de implementación efectiva, de gestión en el sector público una dificultad real en algunas economías emergentes.
La segunda condición es que la deuda pública tenga inicialmente margen de aumento sin reacciones adversas del mercado, algo que parece difícil en algunas economías desarrolladas si no se plantean planes de consolidación fiscal de medio plazo creíbles.
Ambas condiciones para el éxito son muy razonables, pero lo que parece más incierto es su plasmación en la realidad: la existencia en cartera de proyectos de inversión pública detallados, eficientes y rentables; y además, en economías con margen fiscal, capacidad de gestión y voluntad política.
Seguramente, los candidatos entre países desarrollados serían Estados Unidos, a cuya administración le falta el apoyo del Congreso en este asunto y Alemania, a quién el Fondo pide que apoye la demanda de la eurozona, y que tiene margen para invertir más infraestructura.
Es cierto que la recuperación económica en los países desarrollados es lenta; pero no lo es menos que en algunos lugares la situación se ve ensombrecida por deuda pública y privada en máximos históricos, por una política monetaria con menor tracción y por disfunciones en la capacidad productiva (más que falta de demanda).
Hay que encontrar soluciones, pero recordando que hay pocas cosas casi gratis en economía. Hubiera venido bien que el FMI revisara sus estimaciones de multiplicadores fiscales, implícitos en sus previsiones económicas.
Tal vez se hubieran hecho así más explícitos los riesgos de empujar solo con la inversión pública, en qué países sí se podría y en cuales no tanto.
Posiblemente ello les hubiera empujado a ser más vocales en pedir una combinación de políticas de demanda y de oferta, de reformas que mejoren la asignación de los recursos, públicos y privados, impulsando con ello la inversión privada. Y sobre todo igual no hubieran dicho que hay almuerzos casi gratis sin decir dónde los sirven.