Venezuela rasca el fondo de la diplomacia del barril de petróleo

Los movimientos glaciales de la diplomacia regional siguen pareciendo fuera de tono ante la tensión que se vive en las calles de Venezuela, donde alrededor de 75 personas han muerto en las protestas.

(Foto: Reuters)

Por: Redacción Gestion.pe

(Bloomberg) Denle el crédito al presidente venezolano Nicolás Maduro. Las calles de su país están inundadas de gas lacrimógeno. Las escenas de sus guardias golpeando cabezas y disparando contra manifestantes llenan las redes sociales.

El país que tiene las mayores reservas de petróleo del mundo importa crudo, bordea el default y pierde seguidores del régimen. Pero Maduro celebra lo que proclama como una “victoria diplomática”.

Tiene sus motivos. El 22 de junio los enviados de Venezuela abandonaron la 47 asamblea general de la Organización de Estados Americanos en Cancún, pese a lo cual lograron que se rechazara una iniciativa de críticos regionales de llamarle la atención a Maduro por eliminar lo que queda de la democracia venezolana.

Ni siquiera se aprobó la anodina moción de instar al gobierno más autoritario de la región a “reconsiderar” la decisión de crear una asamblea constituyente favorable al régimen para redactar una Constitución de estilo castrista.

Así, el cuerpo diplomático más importante de América Latina cerró su sesión con un silencio que solo podría complacer a un autócrata.

“Venezuela sigue aprovechando el hecho de que los países de la región no logran instrumentar acciones coordinadas”, dijo José Botafogo Gonçalves, un exdiplomático brasileño.

Lo que resulta menos claro es si el silencio puede persistir. Después de todo, la lealtad del bloque de pequeños países que se interpone entre Maduro y la censura no tiene nada de sentimental.

Si bien algunos miembros, como Bolivia y Nicaragua, están ideológicamente alineados con la República Bolivariana, en su mayor parte se trata de pequeñas islas del Caribe y de países costeros de Centroamérica, cuyo motor es uno solo: petróleo barato.

A través de su iniciativa de Petrocaribe, Venezuela ha vendido petróleo barato a clientes con necesidad de energía y en algunos casos prácticamente lo ha regalado.

En los últimos tiempos, sin embargo, esa generosidad ha disminuido debido a los problemas económicos de Venezuela que aceleró la caída global del precio del petróleo, la única fuente viable de exportaciones del país.

Hasta Brasil, que tiene apenas una parte mínima de las reservas de Venezuela, produce ahora 25 por ciento más de petróleo.

La caída de los precios del petróleo constituye una doble ventaja para el Caribe, dado que reduce las facturas de energía y el endeudamiento de la región, que era antes considerable.

Jamaica y República Dominicana, los mayores importadores de petróleo del Caribe, lograron reembolsar la mayor parte de su deuda con Petrocaribe con grandes descuentos por parte de un Tesoro venezolano necesitado de dinero.

En ese sentido, la declinación de Petrocaribe debería ser una oportunidad para la diplomacia hemisférica.

Para decirlo en pocas palabras, ¿por qué los gobernantes americanos no compran la posición de Venezuela y convencen a estados renuentes con ayuda y comodidad?

“América Latina podría cambiar por lo menos la mitad de los votos de la OEA con ofrecimientos de ayuda y presión diplomática”, dijo Jaime Aparicio Otero, un exembajador de Bolivia en Washington. “No es mucho dinero, pero tendrían que sumarse más países poderosos de la región”.

Es ahí donde el juego diplomático se hace difícil. Cortejar a los clientes de Venezuela formó parte de la lógica subyacente en la iniciativa de energía limpia de 2015 del gobierno de Obama. Pero hasta esa ayuda conllevó una advertencia.

“No vamos a poder sustituir el petróleo venezolano por petróleo estadounidense”, señaló el entonces viceasesor de Seguridad Nacional, Ben Rhodes. Dado el actual déficit de atención de Washington en relación con América Latina –luego de denunciar los excesos de Venezuela, el secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, no asistió a Cancún-, es improbable que la situación cambie pronto.

“No hay que esperar medidas razonables, ponderadas, y mucho menos medidas pacificadoras, por parte del gobierno estadounidense actual”, dijo el brasileño Botafogo Gonçalves.

“Además, es improbable que veamos medidas audaces o asistencia económica por parte de Brasil, México y Argentina, que enfrentan sus propias crisis económicas y políticas”, agregó.

La ausencia de Estados Unidos podría ser en realidad una bendición para los gobernantes regionales, que siempre se han resistido a una intromisión estadounidense al sur del estrecho de Florida.

Al retroceder Washington, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, se ha vuelto más franco y hasta ha asegurado que renunciaría si Venezuela desechara la asamblea constituyente, liberara a los presos políticos y convocara a elecciones libres.

Almagro no es el único. Veinte países respaldaron la moción de instar a Maduro a olvidar la asamblea constituyente, tres votos menos que la mayoría de dos tercios necesaria.

“Fue la mayor cantidad de países que se había alineado hasta ahora contra Venezuela, y comprendió a Estados que antes eran muy favorables al régimen o renuentes a enfrentarlo, como México y Brasil”, dijo Javier Corrales, un politólogo del Amherst College. “La tendencia contra Venezuela es favorable”, agregó.

Basta con considerar el caso de Belice, un cliente de Petrocaribe que, a pesar de ello, votó a favor de una mediación externa en la crisis venezolana y, de forma muy elocuente, se abstuvo al votarse la moción para que Maduro abandonara los intentos de reescribir la Constitución.

“En Belice tenemos que considerar nuestra posición con mucho cuidado de modo tal de no dar la espalda a nuestros amigos ante el primer indicio de problemas pero también para que nadie dé por sentado que, no importa de qué se trate, Belice apoyará todos y cada uno de los actos del gobierno venezolano. No”, dijo el mes pasado a la prensa local el primer ministro Dean Barrow.

La oposición venezolana podría estar menos impresionada. Los movimientos glaciales de la diplomacia regional siguen pareciendo fuera de tono ante la tensión que se vive en las calles de Venezuela, donde alrededor de 75 personas han muerto en las protestas.

Sin embargo, la diplomacia petrolera de Venezuela que compra amistad y protección tiene los días contados.