Conozca la última tendencia en diseño de edificios
FOTOGALERÍA. Jardim es el primer proyecto neoyorquino del renombrado arquitecto brasileño Isay Weinfeld: dos edificios de 11 pisos en West Chelsea, Manhattan. Las torres cuentan con espaciosos balcones y un jardín común, pero no son esas las características que lo distinguen de otros proyectos de la zona, por lo menos según su desarrollador, Harlan Berger. Aquí la ventaja parece ser más prosaica: una entrada para autos privada que recorre todo el largo del predio entre las calles 27 y 28. (Texto: Bloomberg)
“Antes de comprar el predio o contratar a un arquitecto ideamos esa senda privada”, confiesa Harlan Berger desde su oficina de Nueva York. “Era mi argumento secreto de marketing: proporcionar una comodidad que no existía en la zona”. Jardim en West Chelsea. (Fuente: VUW Studio)
Las entradas para autos privadas tienen también un atractivo más intangible: en una ciudad donde los desarrolladores quieren obtener un valor máximo por cada metro cuadrado, tiene algo de extravagante dejar tanto espacio vacío. Es un mensaje tácito sobre la generosidad de un desarrollador, por lo menos en opinión de Oren, el hermano mellizo de Alon Alexander. Oren es un ejecutivo de ventas de 565 Broome. “Un desarrollador común aprovecharía para crear un comercio o comodidades adicionales como un hall de entrada más grande, pero una senda para autos es la definición del lujo”, dice por teléfono. “Se trata de espacio en un lugar donde no suele haberlo”. Jasmine Mir, responsable de marketing de Corcoran Sunshine, lo dice de forma más directa. “Comprar un penthouse en lo más alto de un edificio es una cosa, pero la sensación de extravagancia y lujo que implica un espacio vacío en el nivel de la calle en un lugar tan congestionado como Nueva York genera una asombrosa sensación de majestuosidad al llegar”. Entrada para autos en 20 East End Avenue. (Fuente: Hayes Davidson)
Berger podrá proclamar que es algo único en la zona, pero en otros lugares de Manhattan esa misma ventaja surge como un elemento obligado para todo edificio que apunte a atraer a la elite de la isla. Tal es el caso de, entre otros, 565 Broome (en la imagen), el megaplex de 30 pisos que diseñó Renzo Piano en el West Soho, en el cual una entrada para autos es el eje de la planta baja.
La tendencia hacia las entradas para autos ha experimentado una notable aceleración en los dos últimos años, según Alon Alexander, de Kent Security, que señala que han aumentado mucho las consultas de desarrolladores de lujo sobre la mejor manera de incorporar las sendas en una presentación arquitectónica. Dos inquietudes los mueven, básicamente: privacidad y seguridad. Entrada para autos en Jardim. (Fuente: VUW Studio)
Una entrada privada para autos hace que un edificio lujo quede a salvo de periodistas, al impedir que quienquiera que aceche en el exterior pueda vislumbrar a los habitantes cuando descienden de una limusina. Los autos también pueden estar a la espera, algo que no siempre es posible en un garaje interno. Si se agregan los sutiles elementos de seguridad que ofrece Alexander, el complejo se fortifica y pasa a ser virtualmente inexpugnable. En Jardim, Alexander instaló barreras subterráneas –más habituales en los edificios gubernamentales- que pueden elevarse y bloquear la entrada. “West Chelsea sigue siendo una zona cambiante, de modo que la seguridad es muy importante”, opina Alexander. Hay cámaras instaladas en los portones de alta velocidad cuyo funcionamiento se basa en el reconocimiento de los números de licencia (y también registran cada vehículo que entra o sale). “Es la entrada para vehículos más segura, y si se esperan visitas basta con registrar el número de licencia de su auto para que puedan ingresar”.
No solo se trata de privacidad y seguridad; la comodidad es clave, sobre todo para las familias que se sienten cada vez más atraídas hacia Manhattan por los departamentos de tres o cuatro dormitorios más grandes y las nuevas escuelas como Avenues. De hecho, Harlan Berger dice que el 35% de los departamentos de Jardim está en manos de personas cuyos hijos asisten a la exclusiva escuela cercana, de la que también es alumna su propia hija. Los compradores de inmuebles suburbanos podrían dar por sentado algo tan simple como que sus hijos pequeños suban al auto sin tener que obstaculizar una calle transitada, pero en Manhattan eso es una rareza. Entrada para autos en 1 Great Jones Alley. (Fuente: MARCH)
En Jardim, Berger reconoce que tuvo que hacer una concesión: las entradas para autos “sin duda abarcan espacio que podría destinarse a un hall de entrada más grande o hasta a un sector comercial rentable”. Dice que vale la pena, de todos modos, debido al impacto que eso tiene a largo plazo: se trata de un espacio compartido que alienta a los vecinos a conocerse unos a otros. “Cuando se construye un edificio de apartamentos, éste se convierte luego en una comunidad, de modo que así se crea un espacio físico que permite que las personas interactúen de una forma en que habitualmente no lo harían”. El patio para autos en Robert A.M. Stern's 70 Vestry. (Fuente: Noë & Associates con The Boundary)
Por: Redacción Gestion.pe