Arquitectura: El iconfundible Frank Gehry
¿Cómo Frank Gehry se convirtió en Frank Gehry? ¿Cómo se llega al Disney Hall? Con práctica, práctica y más práctica.
Por: Redacción Gestion.pe
Incluso si uno no puede poner el nombre del arquitecto Frank Gehry a un edificio, lo reconocerá cuando lo vea: el estilo de Gehry es la estructura cuya panoplia de líneas se apilan una contra la otra, con ángulos tan improbables que parecen apenas funcionales. Su estilo es brillante, dinámico y tan sutil como una sirena de policía.
Esta estética reconocible al instante ha ayudado a hacer de Gehry quizás el arquitecto más famoso del mundo. Su nombre es una marca por sí sola: Había una línea de joyas Frank Gehry en Tiffany’s, una línea de muebles Frank Gehry en Knoll, y un bolso Frank Gehry de Louis Vuitton. Su nivel de celebridad trasciende la arquitectura, y se origina en base a la percepción de que Gehry es simplemente un genio artístico. En un artículo del New York Times de 1997, el crítico de arquitectura Herbert Muschamp escribió que Gehry “cambió una forma de arte y en el proceso está cambiando una cultura”. Eso fue hace 18 años. Su reputación sigue creciendo.
¿De dónde proviene este genio? ¿Acaso siempre estuvo allí –hirviendo a fuego lento bajo la superficie como una verdad universal esperando la oportunidad para ser reconocida por un público devoto? Esto fue lo que el crítico de arquitectura Paul Goldberger descubrió al crear su biografía de Gehry, “Building Art: The Life and Work of Frank Gehry”, que salió a la venta el 15 de setiembre.
[ Building Art: The Life and Work of Frank Gehry, escrito por Paul Goldberger. Fuente: Alfred A. Knopf ]
En el enfoque excelente e integral de Goldberger, Gehry no da la impresión de ser un genio en absoluto. En cambio, él es representado como un hombre muy talentoso que trabajó muy duro durante mucho tiempo, aprendiendo solo de forma gradual cómo diseñar los edificios que lo harían famoso. La narración no es muy atractiva, pero sin duda es fascinante. Como reflejo del auge de la arquitectura contemporánea, Gehry se desprende de las limitaciones del modernismo de mediados de siglo, se enfrenta con cuestiones de desarrollo urbano y de escala humana, y llega cada vez más a depender de un software patentado e hípersofisticado.
Esto no quiere decir que Goldberger, un admirador explícito y tal vez incansable de Gehry, haya denigrado a Gehry o a sus primeros edificios. En este libro, Gehry no hace nada inadecuado. Una inocua casa, vagamente modernista, que Gehry construyó en 1958 en Brentwood, Los Ángeles, tiene “una elegancia formal y concisa”. En un edificio de apartamentos de seis unidades de estuco blanco, en Santa Mónica, California., Goldberger encuentra “un arreglo sutilmente asimétrico de sólidos y vacíos”, a pesar de que los espacios vacíos, en este caso, son puertas empotradas en una terraza común y corriente.
[ El Vitra Design Museum en Weil am Rhein, Alemania. Foto: Kotivalo/Wikimedia Commons ]
La banalidad de los primeros edificios de Gehry se debe parcialmente a que él necesitaba trabajo, y tomó todo lo que podía conseguir. Él creció en la pobreza, como nos lo recuerdan en varias ocasiones a lo largo de las primeras cien páginas del libro. (Goldberg investigó con esfuerzo las minucias de la historia del origen de Gehry, explicando como “Frank” logra inscribirse en la escuela de arquitectura.)
Una visión arquitectónica única comienza a surgir a mediados de la década de 1960, cuando Gehry construyó una casa/estudio para el diseñador gráfico Lou Danziger. La estructura –escribe Goldberger– eran “dos cajas oblongas, ubicadas en paralelo pero separadas, colocadas tan cuidadosamente como piezas de escultura minimalista”.
[ Gehry de niño. Fuente: Gehry Partners/Cortesía de Alfred A. Knopf ]
El siguiente edificio notable se produjo tres años después, cuando Gehry diseñó un pajar para el rancho de un amigo. El edificio, que comprende columnas con postes de teléfono y metal corrugado, es sorprendente; su techo es un trapezoide asimétrico e inclinado en ángulo.
Siguieron otros edificios atractivos pero no tan notables, como una elegante casa modernista con paredes onduladas de 1972. Gehry también encontró un tiempo para diseñar una línea de muebles de cartón corrugado, “Easy Edges”, que él rechazó cuando esta amenazaba con llevarlo lejos de su negocio principal de arquitectura.
[ La casa de Ron Davis en Malibu, Calif., 1972, fue el resultado de una estrecha colaboración entre Davis y Gehry. Foto: © T. Kitajima/Of Houses/Flickr ]
Luego, en 1978, Gehry diseñó su propia casa, que ha sido una atracción turística desde entonces. Todo comenzó como una modesta residencia holandesa-colonial en Santa Mónica, a la que añadió detalles de cristal, un marco de madera visible y una pared de metal corrugado que algunos vecinos confundieron con una valla de construcción. (Se añadió una puerta, nos dijeron, cuando amantes de la arquitectura no paraban de tocar el timbre con la esperanza de ver el interior.)
Por la década de 1980, Gehry disfrutó de un cierto nivel de fama. En 1984, el Walker Art Center en Minneapolis celebró una exposición llamada “La arquitectura de Frank Gehry”, que finalmente fue llevada al Museo Whitney de Nueva York. En 1989, ganó el Premio Pritzker de Arquitectura, el premio más prestigioso de esta profesión. Estaba empezando a hacer dinero, y en consecuencia, el costo de construcción de sus edificios comenzó a elevarse.
[ La casa de Frank Gehry en Santa Monica, Calif., 1978. Foto: IK’s World Trip/Flickr ]
Goldberger cuenta la historia de cuando el multimillonario Peter Lewis, expresidente de Progressive Insurance, encargó a Gehry construir una casa en los suburbios de Cleveland. Lewis le dio carta blanca y un presupuesto de US$ 5 millones. El complejo creció y creció, con la bendición (inicial) de Lewis. Su presupuesto –recordemos que se trata de una casa– había aumentado a unos US$ 82.5 millones para el momento en que el proyecto fue echado a pique.
A principios de la década de 1990, Gehry también estaba comenzando a usar software de computadora para modelar sus edificios, lo que jugó un papel clave en la presentación de su diseño para el Guggenheim Bilbao. Como era de esperar, aquí es también cuando los edificios se convirtieron en formas inconexas y curvas al estilo Gehry, apiladas una encima de la otra, simplemente porque habría sido imposible diseñarlas antes de la era de la informática. El software de Gehry ayudó “a diseñar el marco estructural, calculando las presiones estructurales en cada punto del edificio, y determinando la forma más económica para construir formas curvas”, explica Goldberger. Y gracias al software, Gehry logró mantener bajo control los costos del museo de Bilbao, cuyo presupuesto estuvo por debajo de los US$ 100 millones.
[ El Museo Guggenheim en Bilbao, España. Foto: Gonzalo Azumendi/Getty Images ]
El éxito del Guggenheim Bilbao empujó a Gehry a la fama mundial, y su estética se ha mantenido intacta casi en su totalidad en los posteriores 20 años. Eso es en parte resultado de las demandas de los clientes; si usted paga por un edificio de Frank Gehry, se le puede perdonar que quiera que se vea como tal (ver: Biomuseo Panamá). Es también porque, en un grado notable, Gehry parece haber encontrado un lenguaje propio, que al fin puede articular totalmente.
Esto no es lo mismo que ser un genio. Es solo trabajo duro.