Sumas que restan
Opinión. Enrique Castillo, periodista
Por: Redacción Gestion.pe
Desde hace algunas semanas, venimos escuchando los planteamientos de diferentes personas que pertenecen a los llamados partidos políticos nacionales otros los llaman “tradicionales” en los que se expresa el deseo de establecer alianzas con otros partidos de la misma clase.
¿Se trata de una intención por ofrecerle al país una buena y sólida propuesta electoral y de gobierno, o es sencillamente la necesidad de supervivencia lo que empuja a buscar estas sociedades?
Pareciera lo segundo. Partidos que temen no pasar la valla electoral buscan unirse con otros partidos que también atraviesan una crisis institucional, graves acusaciones o crisis internas, y que podrían necesitar de una “ayudita”, en la versión política de “una pena entre dos es menos atroz”. Lo curioso del tema es que estamos hablando de partidos que han sido gobierno, o que han tenido un fuerte y prolongado protagonismo en el escenario político.
El PPC y el Apra buscan la aprobación para su unión. Perú Posible lanza una iniciativa para aliarse con un nacionalismo gobernante que parece no tener ni rumbo ni futuro. Para no hablar de Acción Popular que, aunque habla de elecciones internas para tener un candidato, seguramente se subiría rápidamente al carro de las conversaciones para una sociedad política.
Lo interesante del asunto es que estas intenciones y en algunos casos con conversaciones concretas se dan ente los partidos políticos tradicionales, frente al avance y empuje de otras agrupaciones, abiertamente caudillistas y no estructuradas, que van teniendo cada vez más apoyo y atención de la ciudadanía. Y la prueba es su avance en las encuestas. Estas últimas desprecian a las primeras y no quieren ni aliarse ni conversar con ellas.
Tanto Peruanos por el Kambio, que no es otra cosa que la figura de PPK; así como el partido de César Acuña que es como se le conoce; vienen captando un apoyo que no es nada desdeñable. Y todo ello sin partido organizado, sin estructura real, sin la tradicional maquinaria movilizadora de los partidos que fueron grandes; y sin figuras políticas de renombre. Ni siquiera con currículum de gobierno como partido o como movimiento. El líder y su marca, nada más.
Si esto es la crisis terminal de los partidos políticos tradicionales; la incapacidad de estos de renovarse y de ofrecer un nuevo formato atractivo y amigable; la versión política del emprendedurismo y del sentimiento aspiracional; o es simplemente el hartazgo por la política tradicional o el reinado de la informalidad, es algo que los mismos partidos deben investigar y afrontar.
Pero por el momento, estos partidos tradicionales deben elegir en estas elecciones, entre: i) sobrevivir como sea y con quién sea; o ii) arriesgarse solos, con sus programas, principios y propuestas, y quizás morir para volver a nacer.
Hay sumas que restan, y alianzas que multiplican. Lo importante es darse cuenta que es lo que mas conviene.