¿Quién quiere una depresión?

EL “SADOMONETARISMO”, LOS INTERESES DEL 0.01% Y LA POLITIZACIÓN DE LA ECONOMÍA ESTADOUNIDENSE.

Por: Redacción Gestion.pe

NYT SYNDICATE

Una infeliz lección que hemos aprendido en años recientes es que la economía es un tema mucho más político de lo que nos gustaría imaginar. Obvio, dirán ustedes, pero antes de la crisis financiera, muchos economistas —incluso yo, en cierta medida— creían que existía un amplio consenso en algunos asuntos de importancia.

Esto era especialmente cierto con la política monetaria. No han pasado muchos años desde que el gobierno de George W. Bush declaró que una lección de la recesión del 2001 y la recuperación que siguió fue que “una política monetaria agresiva puede acortar y suavizar una recesión”. Es cierto también que existía consenso bipartidista a favor de una política monetaria más agresiva para combatir la mucho más dura recesión del 2007-2009. ¿Correcto?

Bueno, no. He escrito un buen número de veces sobre el fenómeno del “sadomonetarismo”, es decir, la exigencia constante a la Reserva Federal (FED) y otros bancos centrales de que dejen de intentar impulsar el empleo y más bien elevar las tasas de interés, sin importar las circunstancias. He sugerido que la persistencia de este fenómeno tiene mucho que ver con la ideología, que a su vez tiene mucho que ver con los intereses de clase. Y sigo pensando que es cierto.

Pero ahora también creo que los intereses de clase operan a través de un canal más directo. Es bastante simple: las políticas monetarias flexibles, que pueden ayudar a la economía en su conjunto, son perjudiciales para quienes obtienen gran parte de sus ingresos de sus inversiones en bonos y otros activos que pagan intereses —principalmente los muy ricos, en particular el 0.01%—.

La historia hasta el momento: Por más de cinco años, la FED ha afrontado duras críticas de parte de una coalición de economistas, políticos y magnates de las finanzas, quienes advierten que la entidad está “degradando el dólar” y sentando las bases para una inflación descontrolada.

Se podría pensar que al no haberse materializado la predicción por lo menos habría que poner las barbas en remojo, pero no. Algunos críticos han salido con nuevas explicaciones para sus demandas —ahora dicen que se trata de la estabilidad financiera—, pero la mayoría simplemente ha continuado repitiendo las mismas advertencias.

¿Quiénes son estos críticos siempre equivocados pero nunca dubitativos? Sin ninguna excepción que se me ocurra, vienen de la derecha. ¿Pero por qué los sentimientos de esta gente van de la mano con la paranoia inflacionaria? Una respuesta es que utilizar la política monetaria para combatir las recesiones es una manera de activismo gubernamental, y los conservadores no quieren legitimar la noción de que la acción del gobierno puede tener efectos positivos, porque una vez que se comienza a hacerlo, se termina respaldando cosas como los seguros de salud garantizados por el Estado.

Pero también existe un motivo mucho más directo de quejarse por el dinero fácil para quienes defienden los intereses de los muy acomodados: Estos obtienen una parte importante de sus ingresos de los rendimientos de los bonos y las políticas de tasas de interés bajas han reducido sus ganancias enormemente.

Las quejas sobre el particular están usualmente enmarcadas en términos del daño que se hace a los jubilados estadounidenses que viven de los intereses de sus fondos de pensiones. Pero estos intereses van en su mayoría a una minoría pequeña y relativamente acomodada. En el 2012, el estadounidense promedio en edad avanzada con ingresos financieros percibió más de US$ 3,000, pero la mitad de ese grupo percibió US$ 255 o menos.

Quienes realmente pierden son los verdaderamente ricos —ni siquiera el 1% sino el 0.01%—. En el 2007, antes de la recesión, el miembro promedio de ese grupo percibió US$ 3 millones (en dólares del 2012) en intereses, pero el 2011 ese ingreso había caído a US$ 1.3 millones, una pérdida equivalente a casi el 9% del ingreso de dicho grupo en el 2007.

Es mucho dinero y ciertamente explica mucha de la histeria respecto a la política de la FED. Los ricos tienen mayor probabilidad que el resto de creer que lo que es bueno para ellos es bueno para el país —y su riqueza y las influencias que esta compra aseguran que siempre existirá abundancia de supuestos expertos, ansiosos por hallar las justificaciones para esta actitud—. Por eso se explica el sadomonetarismo.

Volviendo a la politización de la economía, ahora está claro que antes de la crisis financiera, muchos banqueros centrales y economistas estaban viviendo en un mundo de fantasía, imaginándose que eran tecnócratas aislados del entorno político. Después de todo, su trabajo era guiar la economía entre los escollos de la inflación y la depresión. ¿Y quién podría objetar eso?

Sin embargo, resulta que utilizar la política monetaria para combatir la depresión, aunque sea positivo para los intereses de la vasta mayoría de estadounidenses, no es positivo para los intereses de una pequeña y acaudalada minoría. Como resultado, la política monetaria está ligada a la clase y el conflicto ideológico como también lo está la política tributaria.

La verdad es que en una sociedad tan inequitativa y polarizada como en la que se ha convertido la estadounidense, casi todo es político. Habrá que acostumbrarse.

Antonio Yonz Martínez
Traducción

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