La política exterior y el mensaje presidencial

EL OBJETIVO DEL ESTADO ES BUSCAR POSICIONARSE COMO UNA “POTENCIA REGIONAL EMERGENTE” EN UN MARCO DE INTEGRACIÓN REGIONAL QUE PRIORIZA LA ALIANZA DEL PACÍFICO Y LOS ACUERDOS DE LIBRE COMERCIO.

Por: Redacción Gestion.pe

*Alejandro Deustua
Internacionalista*

El presidente se ha referido a la política exterior del país de manera somera y sin mayor énfasis en el mensaje a la Nación.

En apariencia nos encontramos en un punto de inflexión en el que, una vez superada la controversia sobre el límite marítimo con Chile, el objetivo del Estado es buscar posicionarse como una “potencia regional emergente” en un marco de integración regional que prioriza la Alianza del Pacífico y los acuerdos de libre comercio.

Esta afirmación está en línea con lo expresado por el canciller Gonzalo Gutiérrez, quien, en
la juramentación del cargo, señaló que los cambios externos e internos ocurridos en los últimos años reclaman un nuevo posicionamiento.

Teniendo en cuenta que todo Estado es una potencia estamos frente a una reivindicación de estatus.
En el campo económico ese reconocimiento es ya un hecho en tanto la percepción externa del Perú ha mejorado notablemente (especialmente en el caso de la OCDE). Pero esa percepción corresponde a la realidad de la última década y es esencialmente económica.

Si la definición de potencia se relaciona con el poder, el del Perú es bastante fragmentado en tanto nuestras capacidades políticas y militares no han mejorado. Y las sociales e infraestructurales son ponderadas por el incremento de una clase media que no elude la realidad masiva de la informalidad y por un déficit logístico sobre el que se trabaja públicamente.

Su impacto en la productividad es uno de los fundamentos del Plan Nacional de Diversificación Productiva. Si este pretende atender las necesidades de la inversión privada en el marco de las limitaciones al crecimiento que impone la dependencia de los commodities, una suerte de economía dirigida emerge en apariencia. Una potencia regional debe poder definir cuál es el mix sustentable de colaboración entre Estado y capital privado.

Por lo demás, el mejoramiento del estatus requiere de ganancias soberanas básicas (el territorio) y de un escenario internacional que facilite la emergencia.

En el primer caso, el Gobierno sostiene con razón, pero no toda, que el Perú ha culminado en La Haya la determinación de su configuración geográfica. Pero ahora Chile discute parte del límite territorial sin que se haya logrado cambiar la apreciación del vecino. Una potencia no da por canceladas disputas territoriales remanentes si desea ser tomada en serio.

Por lo demás, el escenario de integración regional en el que se procura el nuevo posicionamiento no solo sigue deteriorado sino que su fragmentación es incrementada por terceros que no traen al área solo proyectos económicos.

Asimismo, el alejamiento entre Sudamérica y Estados Unidos es una realidad que disloca el escenario hemisférico agitado por los socios del ALBA, dificultando la acción del Perú. Si ello es producto de intereses estratégicos divergentes, una potencia regional debe procurar solucionar esta disfuncionalidad en lugar de apelar a eslóganes como la “unidad en la diversidad” cuando los valores depuestos por la “diversidad” son los suyos.

De otro lado, si esos principios y visiones del mundo son compartidos por la Alianza del Pacífico hace bien el Gobierno en priorizarla. Pero la asociación no servirá mucho al nuevo estatus si no procura con mayor eficacia el incremento del escaso comercio intrarregional.

Ello requiere, además, del complemento de la dimensión geopolítica de la Alianza que no se desea mencionar a pesar del valor marítimo que esta otorga a la región. La relación de cooperación y competencia (portuaria, p.e.) debe ser adecuadamente evaluada.

Por lo demás, una potencia regional debe poder influir extrarregionalmente de la manera que más le favorezca respetando sus vinculaciones históricas y estratégicas (Occidente). De ello no puede quedar al margen el tipo de relación que se mantiene con grandes potencias emergentes ni permanecer neutrales frente a la conflictividad externa que los multilaterales definen como “riesgo geopolítico”.

Al respecto, una potencia regional debe poder contribuir a mejorar la gobernabilidad global, minimizar el impacto de la transición sistémica, de los nacionalismos emergentes y de la creciente conflictividad internacional. Debe procurar soluciones prudentes y que el estatus pretendido no se desmorone en medio del deterioro del crecimiento global, del debilitamiento de la interdependencia y, específicamente, de la pérdida de posición de las economías emergentes.

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