Historia de Volvo refleja el amor de un país por la globalización ¿Qué pasó en Suecia?
La mayoría de los políticos suecos siguen convencidos de que la competencia mundial y el libre comercio son claves para preservar el estatus del país como uno de los más prósperos del mundo.
Por: Redacción Gestion.pe
(Bloomberg).- El vehículo deportivo utilitario de lujo XC90 de Volvo tiene un diseño escandinavo por excelencia. Pero el cableado viene de Marruecos, los catalizadores de Sudáfrica, las llaves de cuero de Portugal y las baterías híbridas plug-in de Corea del Sur. Ah, y sus propietarios son chinos.
Cuando el fabricante sueco de automóviles tenía dificultades en el apogeo de la crisis financiera mundial, el gobierno de Estocolmo no hizo ningún esfuerzo para ayudarlo incluso cuando países como Alemania o Estados Unidos daban apoyo a su industria automotriz. Luego, Volvo fue vendida a Geely de China. Pocos años antes, los políticos locales se habían quedado de brazos cruzados mientras la empresa se vendía a Ford Motor Co.
La historia de Volvo – que tiene proveedores de unos 50 países – refleja el amor de Suecia por la globalización. La mayoría de los políticos suecos siguen convencidos de que la competencia mundial y el libre comercio son fundamentales para preservar el estatus del país como uno de los más prósperos del mundo.
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Es una visión del mundo que vale la pena comparar con la del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que culpa a los acuerdos comerciales por hacer que grandes grupos de obreros sean más pobres de lo que eran en un mundo menos globalizado.
Para Suecia, la competencia externa significa que “nuestras empresas se han visto obligadas a adoptar nuevas ideas y nuevas tecnologías o corren el riesgo de extinguirse”, dijo Johan Norberg, autor sueco que ha escrito sobre la globalización y es miembro del Cato Institute de Washington. “Eso ha sido clave para el éxito de Suecia”.
Puede que la Suecia moderna muestre poca compasión por las empresas que no pueden competir, pero su legendario estado de bienestar, moldeado por decenios de gobierno socialdemócrata, garantiza que sus trabajadores no queden desatendidos si pierden el empleo.
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Política abierta.
Los altos impuestos necesarios para financiar esta red de seguridad pueden haber “tenido un efecto negativo en el crecimiento”, pero también han “creado una mayor tolerancia a las pérdidas de puestos de trabajo causadas por la competencia y el libre comercio”, dijo Lars Jonung, profesor de economía de la Universidad Lund de Estocolmo.
No siempre fue así.
En los años 60 y 70, los sucesivos gobiernos malgastaron miles de millones de dinero de los contribuyentes para tratar de salvar puestos de trabajo, ya que la industria naval –antes motivo de orgullo y alegría- sucumbió a la competencia de Asia.
Pero en los últimos años, Suecia ha perdido a sus dos fabricantes de automóviles -en 2011, Saab Automobile se fue a pique cuando el gobierno se negó a rescatarla– casi sin remordimiento.
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La apertura al cambio ha ayudado a reemplazar las viejas industrias por gigantes internacionales como Hennes & Mauritz e Ikea. Suecia también ha surgido como uno de los mayores exportadores mundiales de música y juegos de computación.
Trump necesita reconsiderar su postura proteccionista. Los apuros de la industria automotriz de Estados Unidos son un ejemplo: los esfuerzos para proteger a los trabajadores de la competencia salarial terminaron perjudicando su competitividad, dijo Norberg.
Es una opinión compartida por el ministro de Suecia para la empresa y la innovación, Mikael Damberg.
“Es un error que Estados Unidos dé la espalda al mundo en el comercio”, dijo Damberg en una entrevista reciente en Londres. “Si usted piensa que puede defender al viejo mundo de la tecnología y la innovación, entonces con el tiempo, la tecnología le pasará por arriba.”