Los airbags defectuosos llevan al japonés Takata a la bancarrota

VÍDEO. Según las estimaciones de la prensa, la compañía deja una deuda de más de 8,000 millones de euros, en lo que supone la quiebra más importante de una industria en Japón desde la Segunda Guerra Mundial.

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Por: Redacción Gestion.pe

(AFP) El fabricante de componentes para automóviles japonés Takata, que vendió millones de airbags defectuosos en todo el mundo, se declaró este lunes en bancarrota en uno de los mayores escándalos de la historia del sector.

La compañía se enfrenta a numerosos juicios y enormes costes por las reclamaciones contra sus airbags, a los que se atribuye al menos 16 muertes, un caso que ha afectado a todos los grandes constructores del mundo, incluyendo Honda, Toyota, Nissan, BMW, Ford y General Motors.

Un total de cien millones de airbags han sido llamados a revisión hasta ahora.

Tras un consejo de administración celebrado a primera hora de la mañana, el grupo anunció este lunes haber abierto el procedimiento de insolvencia “ante un tribunal de Tokio y en Estados Unidos”.

También se verán afectadas su filial estadounidense de Delaware y sus diferentes sedes, principalmente en China y México, donde la firma japonesa tiene seis plantas y un centro de investigación repartidos en los estados de Nuevo León, Coahuila y Sonora, todos en el norte del país, según datos de su página web.

El que fuera número dos mundial de los airbags cerró un acuerdo para vender sus actividades a Key Safety Systems (KSS) un fabricante de autopartes estadounidense dirigido por el chino Ningbo Joyson Electronic por 175,000 millones de yenes (1,400 millones de euros).

El resultado será “un proveedor de primer orden con unos 60.000 empleados en 23 países”, afirmó KSS en un comunicado, y prometió que mantendría el número de efectivos de Takata y de sus fábricas de Japón.

KSS adquirirá la principal parte de Takata, excepto algunos activos y operaciones vinculados con los airbags”, afectados por un escándalo, declaró la firma estadounidense. La transacción debería terminarse en “el primer trimestre de 2018”.

Takata utilizaba en sus airbags un agente químico, el nitrato de amonio, pero sin acompañarlo de un agente desecante, una combinación que le impide absorber la humedad y que, en condiciones climáticas extremas, puede llegar a explotar, proyectando fragmentos sobre el conductor y el pasajero.

Takata fue fundada en 1933 y empezó a utilizar este químico en los años 2000.

La firma estaba, al parecer, al corriente del problema pero tardó en reaccionar. Recién en 2014 el escándalo salió a la luz debido a una investigación de la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA, por sus siglas en ingles) de Estados Unidos.

“Comprador ideal”
El director general de Takata, Shigehisa Takada, heredero de la familia fundadora, descartó durante mucho tiempo la quiebra y se negó a dimitir pero este lunes se felicitó de la decisión de KSS, “un comprador ideal” y prometió que dimitiría “en el momento apropiado” tras la venta.

A pesar del escándalo de los airbags “la fuerza de una mano de obra competente, de su presencia geográfica y de sus excepcionales volantes, cinturones de seguridad y de otros productos de seguridad, no ha disminuido”, dijo por por su parte Jason Luo, director general de KSS.

En cuanto la marca podría desparecer una vez cerrada la venta, lo que aún podría llevar tiempo.

El grupo también ha sido muy criticado por su gestión de la crisis, rechazando inicialmente cualquier responsabilidad y luego disculpándose en numerosas ocasiones públicamente pero sin dar explicaciones detalladas del problema.

A principios de año, Takata llegó a un acuerdo con las autoridades estadounidenses para declararse culpable de los airbags defectuosos y pagar una multa de mil millones de euros para escapar a un juicio.

Sin embargo hay numerosos juicios pendientes, principalmente en EEUU, el país más afectado, mientras millones de vehículos todavía tienen que ser inspeccionados.

Según las estimaciones de la prensa, la compañía deja una deuda de más de un billón de yenes (más de 8,000 millones de euros), en lo que supone la quiebra más importante de una industria en Japón desde la Segunda Guerra Mundial.

La bolsa de Tokio suspendió las acciones de Takata, que desde que estalló el escándalo en 2014 perdieron un 95% de su valor.