The Economist: Los límites de un Gobierno tecnócrata

El agradable nuevo presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, carece de experiencia política

Los peruanos lo juzgarán por su promesa de crear un país moderno, más justo e igualitario en sus cinco años de Gobierno.

Por: Redacción Gestion.pe

Puede que no se hayan dado cuenta, pero los peruanos obtuvieron tres presidentes por el precio de uno cuando por poco margen eligieron a Pedro Pablo Kuczynski en las elecciones el pasado mes de junio. Durante una larga carrera, Kuczynski ha sido banquero de inversión, gerente de empresas multinacionales y funcionario público. Ha mostrado cada uno de estos perfiles en sus primeros 100 días de gobierno.

El banquero de inversión es un liberal, quiere reducir impuestos. El gerente ha mostrado energía y manejo al tratar de superar los obstáculos burocráticos que tienen trabados proyectos de infraestructura valorizados en alrededor de US$ 19,000 millones.

El funcionario público ha prometido instituciones democráticas más fuertes y una “revolución social” en un país en el que, a pesar de su reciente progreso, está aún marcado por deficientes servicios públicos que requieren de ingresos tributarios más altos para solucionarlos. Aparentemente, al nuevo presidente le falta la astucia política para conciliar estas contradicciones.

Kuczynski aún está disfrutando una luna de miel. Después de su deslucido antecesor, Ollanta Humala, es un cambio agradable. Hace bromas pesadas, es transparentemente decente y bien intencionado, y a menudo, dice lo que piensa.

Mientras que otros presidentes latinoamericanos han sido pusilánimes, Kuczynski, por ejemplo, ha condenado públicamente la “interrupción en el orden constitucional y democrático” en Venezuela.

La próxima semana será el anfitrión de los más importantes jefes de Estado, desde Xi Jinping de China hasta Barack Obama, en la Cumbre del APEC a realizarse en Lima. Fluido en inglés, con una abultada agenda de contactos en el ámbito internacional, Kuczynski probablemente brillará en este evento.

Los peruanos lo juzgarán por su promesa, el día que juramentó, de crear “un país moderno, más justo e igualitario” en sus cinco años de Gobierno. Será una tarea difícil.

El Perú que heredó se caracteriza por tener una preocupación pública por la corrupción y la creciente delincuencia, y una economía cuyo lento crecimiento subyacente está sostenido por dos nuevas y grandes minas de cobre.

Carente de una mayoría en el Congreso, el Gobierno consiguió facultades para emitir leyes por decreto en estos asuntos por el periodo de tres meses.

Con un déficit fiscal al 3.4% del PBI, Kuczynski ha abandonado planes para una pronta reducción del Impuesto General a las Ventas (IGV) y del Impuesto a la Renta.

En lugar de eso, solo reducirá un punto porcentual el IGV y confiará en aumentar los ingresos fiscales presionando a las empresas informales para que se formalicen y paguen impuestos. Es algo que parece optimista.

El Gobierno apunta a mejorar la confianza empresarial con una simplificación de impuestos y la reactivación de los grandes proyectos, como los de la segunda pista en el congestionado aeropuerto de Lima, una línea de metro en la capital y un gasoducto.

Pero más allá de los impuestos, es la burocracia y un Estado disfuncional lo que detiene su crecimiento. Por ejemplo, no hay señal de que el Gobierno haya encontrado a los operadores políticos necesarios para rescatar a los proyectos mineros estancados por la oposición local.

Un manifestante fue asesinado el mes pasado cerca de Las Bambas, una mina de cobre de propiedad china, durante una protesta contra el traslado del mineral en camiones a través de las comunidades.

El Gobierno ha empezado a reorganizar a la fuerza policial y planea crear una nueva unidad para combatir al crimen organizado.

Inesperadamente, Kuczynski ha tropezado con un escándalo. Carlos Moreno, su exmédico, a quien había designado como asesor en asuntos de salud, fue grabado aparentemente planeando el desvío de pacientes de un servicio de salud público a una clínica privada de un amigo (aunque él niega el hecho).

En respuesta, el presidente prometió excluir de por vida a los funcionarios corruptos del servicio público. Días más tarde, él reveló que el Gobierno había sido asesorado por alguien condenado por corrupción.

Estos tropiezos han disminuido los índices de popularidad de Kuczynski, que estaba en alrededor de 65 puntos a por debajo de 60. Eso importa.

Kuczynski solo ganó la elección porque otros dos candidatos fueron retirados de las elecciones y porque la campaña de Keiko Fujimori, la rival a quien venció, fue golpeada por un escándalo de último minuto. Desde que el partido del presidente solo tiene 18 de los 130 escaños en el Congreso, depende del respaldo de la población para hacer las cosas.

Sorprendentemente, Kuczynski escogió un gabinete a su imagen y semejanza, con políticos de poca experiencia. El resultado es que el Gobierno ha vacilado en su acercamiento al partido de la señora Fujimori, que tiene mayoría en el Congreso.

Esta mayoría concuerda ampliamente con Kuczynski en el aspecto económico, pero no en crear las sólidas e independientes instituciones que el Perú necesita. El presidente hizo poco para evitar que el Congreso realice nombramientos polémicos para defensor del Pueblo y para el directorio del Banco Central de Reserva.

“Es un gobierno con una crisis de identidad”, expresa Alberto Vergara, un politólogo peruano de Sciences Po, una universidad de París. “Son tecnócratas modernos que creen que el país necesita más que eso, pero no saben bien qué”. Cuando la luna de miel acabe, es probable que sea un problema.

© The Economist Newspaper Ltd,
London, 2016