The Economist: Desconfianza en Estados Unidos podría hundir la economía

The Economist. La gente percibe cada vez más a las instituciones como corruptas, sospechosas e ilegítimas. Parte del problema es la falta de competencia en algunas industrias.

(Foto: Reuters)

Por: Redacción Gestion.pe

Estados Unidos es un lugar confuso y gruñón. Si busca una explicación general de lo que ha salido mal, una disminución en la confianza es un buen punto para empezar. La confianza puede ser definida como la expectativa de que otras personas u organizaciones actuarán de forma justa con usted. En la Casa Blanca y más allá hay muy poco de eso.

La gente percibe cada vez más a las instituciones como corruptas, extrañas, sospechosas, rivales e ilegítimas, y además, ven los hechos como negociables.

La proporción de estadounidenses que opinan que “se puede confiar en la mayoría de la gente” cayó de 44% en 1976 a 32% en el 2016, según una encuesta de la Universidad de Chicago. En un nuevo libro, “The Retreat of Western Liberalism” (El retiro del liberalismo occidental), Edward Luce, comentarista del Financial Times en Washington, argumenta que la desconfianza contribuirá a la decadencia de Estados Unidos y, con el tiempo, incluso a la autocracia.

La falta de fe también es discutida en las salas de juntas. En su última carta a los accionistas, Jamie Dimon, CEO de JPMorgan Chase, describe la confianza como la “salsa secreta” de Estados Unidos y se preocupa de que la botella se está quedando vacía.

El parte complicada es reconciliar esta desconfianza con las prometedoras perspectivas de negocio. El índice S&P 500 está cerca de un máximo histórico, aunque muchos economistas dicen que la desconfianza es tóxica para la prosperidad porque las transacciones se vuelven más costosas y más arriesgadas. Un estudio de la OCDE sobre 30 economías muestra que aquellos con bajos niveles de confianza, como Turquía y México, son mucho más pobres.

Tres investigadores, Luigi Guiso, Paola Sapienza y Luigi Zingales, han demostrado que parejas de países (como Gran Bretaña y Francia) cuyas poblaciones dicen desconfiar entre sí, tienen menos comercio e inversión bilaterales.

El brote de desconfianza de Estados Unidos puede dividirse en dos partes: lo que piensan los consumidores y lo que piensan las empresas. La proporción de personas que tienen “poca o ninguna confianza” en las grandes empresas ha aumentado de 26% en 1976 a 39% en junio, según Gallup. Para los bancos ha pasado de un 10% en 1979 a un 28% en la actualidad.

Durante décadas, las grandes empresas han roto promesas implícitas a sus empleados, tales como proporcionar un trabajo de por vida y pagar generosas pensiones. Eso probablemente ha estropeado la opinión del público. Y la crisis financiera del 2007-08 dejó un agujero gigante en la reputación de las grandes empresas y finanzas.

Sin embargo, a pesar de la aversión de sus clientes, las grandes empresas recaudan enormes ganancias. Una explicación es la disminución de la competencia en los últimos 20 años. Si los mercados funcionan, las empresas que se percibe que se comportan mal pierden cuota de mercado. En las industrias concentradas esta disciplina es escasa.

Dos recientes escándalos en fragmentos oligopolísticos de la economía ilustran este punto. El banco Wells Fargo creó millones de cuentas falsas, pero en los tres meses hasta junio sus ganancias interanuales aumentaron un 5%. En abril un pasajero de United Airlines fue agredido por personal de la aerolínea, causando una protesta. Sus ganancias subyacentes también aumentaron un 5%. En tales industrias, los estadounidenses están acostumbrados al maltrato.

La confianza entre empresas, y entre empresas e inversores, es más fuerte, pero hay evidencia de mayor cautela. Los bancos cobran a los prestatarios corporativos un margen de 2.6 puntos porcentuales por encima de la tasa de fondos federales, en comparación con 2.0 puntos en los 20 años anteriores a la crisis. La prima por riesgo de capital, o el retorno excedente anual que los inversionistas exigen para poseer acciones en lugar de bonos, es de 5.03 puntos, frente a un promedio previo a la crisis de 3.45 puntos, señala Aswath Damodaran de la Escuela de Negocios Stern de NYU.

La empresa promedio del S&P 500 tiene 62 centavos de efectivo en su balance por dólar de beneficio operativo bruto, frente a los 45 centavos en el 2006 (este criterio excluye a las gigantescas compañías tecnológicas estadounidenses que acumulan dinero).

En una señal de que más negocios corporativos terminan mal, los costos de litigios están aumentando. Los ingresos de las firmas legales aumentaron en un 103% en 1997-2012, según la Oficina del Censo, más rápido que el crecimiento nominal del PBI de 85%. Y el gasto en lobby corporativo, una señal de que las empresas piensan que los políticos son corruptibles, también ha aumentado más rápido que el PBI.

A largo plazo es posible que las empresas se vuelvan tan desconfiadas como los consumidores. Aunque las empresas individuales pueden ganar con el favoritismo, la confianza general caerá si hay una sostenida intromisión política en los tribunales y el sistema regulador. Y las empresas, así como las personas, pueden quedar atrapadas en hacer negocios con monopolios que son ineptos o cambiantes.

En el 2016, Facebook dijo que durante los últimos dos años había exagerado el tiempo que sus usuarios veían videos, pero los anunciantes no tienen otra opción que quedarse con la empresa de medios sociales. Sus ganancias aumentaron un 71% en el último trimestre.

Si las sombrías predicciones de observadores como Luce se hacen realidad, ¿cómo podría adaptarse EE.UU. Inc? Una guía es el trabajo de Ronald Coase, un economista que teorizó que el límite de una empresa se establece en base a saber si una actividad se realiza mejor internamente o puede ser subcontratada al mercado. Si las contrapartes son menos fiables, y es costoso hacer cumplir los contratos, las empresas se “integrarán verticalmente”, trayendo su cadena de suministro al interior.

Si hay una decadencia más profunda del sistema legal de Estados Unidos y una mayor corrupción política, entonces las empresas irían más lejos y también se extenderían “horizontalmente”, expandiéndose hacia nuevas industrias donde sus contactos políticos y acceso a favores y capital puedan ser usados. Así es como funcionan los negocios en gran parte del mundo emergente.

Tienes que tener fe
Estados Unidos no está cerca de tal resultado, al menos aún no. Sin embargo, sería saludable ver un esfuerzo concertado para apuntalar la confianza entre consumidores y empresas, y entre las mismas empresas. Si usted se suscribe al utopismo de Silicon Valley, la tecnología puede llenar el vacío, generando fe mutua donde antes no existía.

El sistema de Uber de puntuación de conductores y pasajeros permite a extraños tener confianza en los demás. Sitios de comercio electrónico como eBay y Alibaba funcionan mediante la creación de redes de confianza entre comerciantes y clientes.

Sin embargo, al fin y al cabo, el gobierno cumple un rol vital. Al hacer cumplir las normas de competencia, puede garantizar que se castigue la mala conducta. Y al respetar la independencia de los tribunales y los reguladores, puede demostrar que los contratos son sagrados y que las empresas operan en igualdad de condiciones. La desconfianza no está a punto de hacer sucumbir al capitalismo estadounidense. Pero el vasto stock de confianza del país, acumulado durante un siglo o más, se está agotando rápidamente.