Agenda más allá de los buenos deseos (I)

Pese al reconocimiento de ciertos errores, el gobierno persiste en diagnósticos equivocados, y el enfocarse únicamente en la reactivación pasará la factura más adelante.

Por: Redacción Gestion.pe

Alonso Segura Vasi
Exministro de Economía y Finanzas, y Profesor de la PUCP

Tras un discurso presidencial que atribuyó el empantanamiento económico incorrectamente a factores exógenos al Gobierno, el premier/MEF Fernando Zavala ha reconocido algunos errores, como el ajustón fiscal, o el archivamiento de la agenda de competitividad y de las mesas ejecutivas para la diversificación productiva. Es un inicio, pero tras un año muy malo en materia económica que pudo evitarse se requiere mayor convicción si queremos sacar a la economía de manera sostenida, y no temporal, del hoyo en el que se encuentra.

En materia económica, el discurso del Gobierno sugiere que van a dirigir todas sus baterías a la “reactivación”, es decir, al corto plazo. Esto sería a través de instrumentos ya conocidos y que son parte del día a día de la gestión: impulsar una mayor ejecución del gasto e inversión públicos, usando instrumentos como el destrabe, la reconstrucción y los Panamericanos. Esto es adecuado, pero no suficiente.

Retos
Los retos que enfrenta el país en materia económica no se limitan a la reactivación. De hecho, se podría argumentar que, pese a lo desalentadoras que son las cifras económicas de coyuntura (crecimiento, inversión, empleo, expectativas, etcétera), este es, paradójicamente, el reto menos complejo.

Hay otros dos significativamente más difíciles de encarar pero que no parecieran estar en el radar del Gobierno: el de elevar el crecimiento de largo plazo y el de generar mayor espacio fiscal. Ambos se retroalimentan.

¿Por qué la reactivación sería menos compleja? Porque el Gobierno heredó una economía ya en recuperación, y esta nueva desaceleración es fundamentalmente el resultado de sus propios errores de política económica el ya reconocido ajustón fiscal, entre otros a lo cual se sumó, posteriormente, Lava Jato y El Niño. Sin embargo, varios de estos factores inciden solo de manera temporal en el desempeño económico, y de hecho su reversión impulsará el crecimiento en los próximos meses.

Por ejemplo, la formación bruta de capital del Gobierno nacional se contrajo casi 20% en términos reales entre agosto y junio. Solo en octubre pasado, se cayó casi 55% real, con lo cual el próximo octubre podríamos verla crecer a una tasa de más del 100% solo por retomar los niveles del 2015. Es decir, la inversión pública ahora jugará a favor porque la base de comparación es muy baja, y eso coadyuvará a apuntalar expectativas.

El Niño afectó el PBI, si bien quizás no en la magnitud que se señala, pero viene el impulso de la reconstrucción. La única pregunta es cuánto y cuando aportará, pero no resta. Se debe buscar economías de escala armando combos de licitaciones para lograr una acción más rápida.

El 2018 es el último año de las autoridades subnacionales cuyas reglas fiscales han sido, además, relajadas, así es que viene más impulso por ese lado también. Por si fuera poco, los términos de intercambio han subido doble dígito en los últimos doce meses ¡el cobre 30%! y la demanda externa se está recuperando gradualmente.

Encima, la caída de la inversión minera ya habría tocado fondo, y con mejores precios, la inversión privada debería iniciar una recuperación. ¿Hay riesgos? Sí, pero lo principal que debe cuidar el Ejecutivo es no meterle más zancadillas a la economía y esta sale solita.

Al mediano y largo plazo
Pero ¿qué esperar después de los próximos 12-18 meses? Pese a la mejora reciente de las condiciones externas, el entorno internacional dista de aquel que impulsó nuestro crecimiento debido a China y al superciclo de materias primas.

El mundo cambió, y con él la capacidad de crecimiento sostenido de nuestra economía. Allí está el problema, ante la aparente carencia de estrategias y políticas de crecimiento y desarrollo sostenido de parte del Gobierno. Es por ello que son imprescindibles propuestas que apunten al mediano y largo plazo, no solo a la reactivación inmediata.

Con esta subida en precios algunos proyectos mineros podrían desarrollarse. Pero ¿queremos todos los huevos en una canasta que no controlamos? ¿Cuál es la estrategia para generar motores adicionales de crecimiento? El anuncio del relanzamiento de la agenda de competitividad y las mesas ejecutivas corrige parcialmente otro error del Gobierno, pero más pareciera por satisfacer al sector privado que por convicción.

¿Y qué hay de los otros instrumentos y estrategias de diversificación productiva orientadas a cerrar las brechas de productividad? ¿Qué hay de las iniciativas de innovación o de parques tecnológicos? Ambos ministros de Producción de este Gobierno las han socavado. ¿Entonces?
¿Cuáles son las propuestas en el campo laboral, más allá de un régimen juvenil poco ambicioso? ¿Cuáles son las políticas de inversión en capital humano? La lista es bastante más larga.

El destrabe mal entendido y aplicado por este Gobierno, abandonando su rol transversal y generándole contingencias al Estado y la simplificación administrativa, son instrumentos, no políticas que nos vayan a sacar de un equilibrio de relativo bajo crecimiento, sea que le llamemos “trampa del ingreso medio” o cómo queramos.

El Gobierno debe articular estas estrategias de mediano y largo plazo que acompañen a las de “reactivación”, de lo contrario, veremos solamente un paliativo temporal. Y tiene que entender la restricción fiscal que enfrenta, tema que trataremos en una segunda parte.